La Santa Sede pide evitar “interpretaciones relativistas” de los derechosIntervención en la UNESCO sobre los 60 años de la Declaración UniversalPARÍS, jueves, 23 octubre 2008 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha pedido a la comunidad internacional evitar interpretaciones relativistas de los derechos humanos o interpretadas según intereses partidistas.
Monseñor Francesco Follo, observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Ciencia (UNESCO), presentó esta reivindicación el pasado 14 de octubre.“No tenemos que ceder a la tentación de interpretaciones relativistas de los derechos humanos o a una aplicación parcial y desigual, según el capricho de quienes tienen que aplicarlos”, explicó el representante papal.
El prelado intervino ante la 180 sesión del consejo ejecutivo de la organización que conmemoraba el sexagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.Para el representante vaticano una actitud así “significaría satisfacer exigencias particulares, descuidando las exigencias legítimas de la persona humana para quien estos derechos han sido reconocidos”.
En su intervención, el prelado alabó la Declaración Universal como “uno de los frutos más hermosos de la convergencia entre las diferentes tradiciones culturales y religiosas, que se ha convertido en un instrumento importante para proteger a la persona humana y preservar su dignidad”.Además, “los derechos humanos se han revelado como un medio eficaz para preservar la paz en el mundo”, subrayando que su promoción es un arma “eficaz para superar las desigualdades entre los países y grupos sociales”.
Estos derechos, aclaró, son “expresión de la ley natural, que está inscrita en el corazón del hombre y que está presente en las diferentes culturas y civilizaciones”.Si bien por una parte “la percepción de los derechos del hombre evoluciona con el tiempo”, por otra, “el hecho de que estén arraigados en la persona humana les confiere un estatuto universal”.El prelado se detuvo en particular a analizar el derecho a la libertad religiosa que debe reconocerse “no sólo en lo que concierne a la dimensión del culto o del rito en su sentido más propio, sino también en lo que afecta a la vida del hombre en general”.
El derecho a la libertad religiosa, recordó, se define “en el acto de creer o de no creer, de tener una religión o de no tenerla, o de cambiar de religión; desde un punto de vista subjetivo esta libertad no excluye otras dimensiones del ser humano, como la de la ciudadanía; ahora bien, se dirige hacia el Absoluto, unifica al ser humano en vez de fragmentarlo”.“La libertad de una persona –continuó– se desarrolla en relación con la libertad de los demás. Se trata de una libertad con los demás a través de los demás, y por tanto también con el Otro”.El derecho a la libertad religiosa es, por tanto, “expresión de una dimensión constitutiva de la persona humana, que no se puede negar o eludir”.
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Resulta sorprendente estas declaraciones del representante en la ONU de la Santa Sede al hablar de los Derechos Humanos cuando dice entre otras cosas:
“uno de los frutos más hermosos de la convergencia entre las diferentes tradiciones culturales y religiosas, que se ha convertido en un instrumento importante para proteger a la persona humana y preservar su dignidad”.
Si tan importantes son los Derechos Humanos ¿por qué la Santa Sede ha sido de los pocos Estados del Mundo que no los ha firmado?
Entre otras razones, por una sencilla razón: porque ella misma no los cumple, sobre todo en el interior de su propia organización eclesiástica. No existe la igualdad de hombre y mujer. La mujer está marginada de las grandes responsabilidades en la Iglesia. No pueden acceder al sacerdocio, ni al episcopado, ni al papado.
Discrimina el derecho de sus ministros a ser célibes o casados. Impone el celibato obligatorio. A los sacerdotes casados( aproximadamente una cuarta parte del total) no se les reconoce ningún derecho. Es más en muchísimos casos, en sus procesos de secularización han sufrido un verdadero atropello en sus derechos más elementales. No existe la democracia en la Iglesia. No hay posibilidad de ejercer la crítica en las asambleas religiosas. Nadie puede opinar ni hablar. Sólo escuchar, callar y obedecer de modo pasivo a lo que diga el sacerdote.
Los teólogos no pueden ejercer su derecho a la investigación y son sancionados y represaliados cuando no dicen lo que la autoridad quiere que diga…Los procesos que se siguen contra estos teólogos sancionados son todo lo más contrario al respeto a los derechos humanos, ya que no pueden defenderse ni apelar a ningún tribunal. Las sentencias ya están firmadas y las decisiones tomadas de antemano.
La Iglesia no ha cuestionado el actual sistema neoliberal que se está demostrando, con la actual crisis, está llevando al abismo a millones de familias en todo el Mundo, especialmente en los países más pobres y también en los sectores populares de los apíses desarrollados. No lo cuestiona, no critica ni denuncia a los responsables de este injusto sistema que se hunde y que ha provocado que los estados hayan tenido que inyectar centenares de miles de millones para que los grandes bancos mundiales no se hundan. Sólo una mínima parte de esa cantidad hubiera servido para eliminar el hambre en el Mundo. Para los pobres, nada, para los ricos, todo. Y la Jerarquía eclesiástica, callada.
Además, la Iglesia condena la homosexualidad, la investigación con células madres con fines terapéuticos, condena el derecho de los divorciados a participar de la comunión en las eucaristías, condena en España que pueda implantarse una asignatura que se llama “Educación para la ciudadanía y los Derechos Humanos” etc…etc…
Por todas estas razones y por muchas más la Iglesia no ha firmado la Declaración de los Derechos Humanos. Pero eso sí, con un cinismo impresionante, acude a la ONU a hablar muy bien de los Derechos Humanos , aunque en verdad el derecho que más le preocupa a ella es el de la libertad religiosa para poder realizar el culto en todos los países, siempre mirando por sus propios intereses, más que por una verdadera defensa y el cumplimiento, en sus caducas estructuras, de los derechos humanos en el interior de la Iglesia, superando las actuales contradicciones que la hacen una institución más bien de tipo medieval que propia del sighlo XXI.
Por eso llama mucho la atención ese cinismo para hablar muy bien en la ONU de los Derechos Humanos. Seguramente sea un acto “diplomático” para querer quedar bien ante la mayoría de los Estados que casi por unanimidad los han firmado.
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