martes, 15 de febrero de 2011

NO A LA BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II. Juan Cejudo, miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares





Juan Pablo II será beatificado el próximo 1 de Mayo por su delfín y hombre de confianza Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI.

Muchas son las razones que me llevan a afirmar mi NO rotundo a dicha beatificación.Y ello, pese a reconocer que fue un personaje con una gran capacidad para comunicar con las masas, especialmente con ocasión de sus numerosos viajes a distintas partes del Mundo y de tener una gran proyección mediática.

Supo siempre defender los derechos humanos, que negó al interior de la Iglesia, la causa de la paz en el Mundo o el dialogo interreligioso. Pero, para mí, son mucho más los puntos negros que los claros.

Ya desde el comienzo de su pontificado, el modo de su elección como papa ha sido fuertemente contestado por prestigiosos teólogos, como José Comblin, quien afirma que fue nombrado "gracias a los manejos de los miembros del Opus y con chantaje e intimidación a los cardenales".

Luego, durante el ejercicio de su pontificado, tuvo siempre un fuerte carácter autoritario que ejerció incluso con cardenales y obispos.

Son famosas sus anécdotas autoritarias con obispos como Óscar Romero, quien se vino decepcionado en su entrevista con él en el Vaticano, sin que el papa le prestara ninguna atención a sus denuncias clarísimas contra el gobierno salvadoreño. Al revés, le dijo que tenía que limitarse a colaborar más con las autoridades legítimas.

Tampoco fue capaz de recibir nunca a Monseñor Méndez Arceo, obispo mexicano, quizá por su compromiso con la teología de liberación o por sus apoyos a la Cuba de Castro.

Tampoco recibió, con la excusa de estar enfermo, al obispo mexicano Samuel Ruiz, tan atacado por su postura pastoral de mediación en el conflicto de Chiapas, mientras al día siguiente sí que recibía a Clinton.

O la postura que tuvo con el Cardenal arzobispo de Sevilla, Monseñor Bueno Monreal quien, al visitarle y plantearle, entre otras cosas, la necesidad de que la Iglesia revisara el problema del celibato obligatorio para el clero, el Papa lo echó de su despacho. A los pocos días Bueno Monreal sufriría un infarto.

Uno de los aspectos más negativos de su pontificado ha sido la gran amistad personal con el pederasta Maciel a quien propuso como ejemplo. Hay constancia que en el año 2002 las víctimas de Maciel, a través de su abogado, presentaron sus denuncias al secretario personal de Juan Pablo II y éste no hizo nada. En el Vaticano se sabía quién era Maciel. Pero por lo visto era mejor mirar para otro lado y dejar hacer porque Maciel tenía mucho poder, dinero e influencias.

Durante los 27 años de su mandato, la política de nombramientos episcopales, especialmente en Latinoamérica, fue en la línea de ir nombrando obispos muy conservadores y tradicionales allá donde había antes un obispo de signo abierto nombrado por los anteriores papas Juan XXIII y Pablo VI. Igual, con el nombramiento de cardenales. Línea conservadora que seguiría su fiel escudero, el actual Benedicto XVI

Atacó muy duramente la teología de la liberación y al movimiento de las comunidades eclesiales de base. Y, a través de su delfín Cardenal Ratzinger, prefecto del Nuevo Santo Oficio (Congregación para la doctrina de la fe), sancionó y castigó a centenares de teólogos, algunos de tanto relieve y fama internacional como Leonardo Boff , Gustavo Gutiérrez o Hans Küng.

Su defensa de los derechos humanos hacia fuera de la iglesia, los negó de plano en temas que afectaban al interior de ella.

Mantuvo posturas muy cerradas en moral sexual. Estuvo contra el uso del preservativo. No reconoció el derecho de los homosexuales y el papel de la mujer en la iglesia quedó relegado a papeles meramente secundarios, sin plantear ninguna apertura para que la mujer pudiera acceder a responsabilidades mayores como el diaconado, el sacerdocio o mucho menos el episcopado.
Se cerró por completo a la posibilidad de replantear el celibato opcional para los sacerdotes y tampoco estuvo dispuesto a cambiar las normas para que los divorciados y vueltos casar pudieran participar plenamente de la eucaristía.

Criticó muy duramente y en público al sacerdote Ernesto Cardenal por su participación en el ministerio de cultura del gobierno nicaraguense, mientras le daba la comunión a dictadores de la talla de Pinochet o a otros de Argentina y Guatemala.

El Opus Dei consiguió con Juan Pablo II lo que papas anteriores no les dieron: la "prelatura nullius" que ellos tanto deseaban. Es decir un gobierno propio, independiente de los ordinarios del lugar para poder organizarse y actuar con total libertad.

Posiblemente, éste fuera el precio que pidieran por los favores que hicieron al salir al frente de los problemas financieros de la Santa Sede y que tuvo como consecuencia la quiebra y hundimiento del Banco Ambrosiano del que el Banco Vaticano era su principal accionista.

Y por supuesto, durante su mandato no hizo nada para que en la Iglesia existieran cauces más participativos que eliminaran el sistema de gobierno dictatorial de la iglesia ( antievangélico y contrario a los primeros siglos del cristianismo) buscando fórmulas mas democráticas.

Lamentablemente, con el nombramiento de Benedicto XVI esta línea tan tradicional y conservadora se sigue manteniendo y el aire fresco de renovación que trajo el Concilio Vaticano II se ha ido olvidando y quedando en el baul de los recuerdos.

Por todo esto, estoy totalmente en contra de la beatificación de Juan Pablo II.

Los santos no deben ser nombrados por un hecho aislado, prodigioso. Sino por toda una trayectoria de vida. Un papa tan contradictorio y conflictivo, que sólo atendió los requerimientos de los sectores tradicionalistas y conservadores y marginó, atacó y silenció a otro sector importante de la Iglesia de signo aperturista y renovador, no puede ni debe ser beatificado y tenido por santo en un futuro.

Pero se ve que la consigna del "santo súbito" que lanzaron y corearon estos sectores tradicionalistas al poco de morir, ha dado sus frutos.

Mejor debieran ser beatificados obispos como Oscar Romero, Helder Cámara o Samuel Ruiz y otros que ellos sí que son tenidos por verdaderos santos por sus gentes.

Me adhiero, finalmente, al comunicado del Movimiento "Somos Iglesia" que, a nivel internacional, ha sacado una nota en contra de dicha beatificación donde abunda en las razones que aquí he ido exponiendo.

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