Parece que el origen del miércoles de Ceniza arranca de muy antiguo en la Iglesia. Existía un grupo de "penitentes" ( o pecadores) que querían recibir la reconciliación para el día de Pascua. Se les rociaba todo el cuerpo de cenizas, se le ponía un sayal y se les mantenía distantes hasta que por fin el Jueves Santo recibían el perdón de sus pecados y volvían al seno de la comunidad.
Este roción de cenizas fue, con el paso del tiempo, convirtiéndose en lo que hoy es: una leve imposición de ceniza sobre la frente. Se fue imponiendo también la costumbre de ayunar y de abstenerse de comer carne. Yo aún recuerdo que en mis primeros años de Seminario, comprando una "bula" se nos permitía poder carne...
No me extraña que Lutero se rebelara contra las bulas y las indulgencias...
¿Qué sentido tiene todo esto en nuestros tiempos?
Me llama la atención que la Iglesia, que siempre ha sabido adaptarse a las nuevas circunstancias, ahora no sea capaz de entender que estos signos no dicen ya nada.
Me parece importante destacar, a modo simbólico, el comienzo de los 40 días anteriores a la Pascua para empezar, como Jesús en el desierto, un tiempo de reflexión, conversión, interiorización personal y de la comunidad para prepararnos a la celebración de la pascua con un corazón nuevo.
Pero ¿es la imposición de la ceniza un gesto válido hoy? ¿O habría que encontrar signos nuevos que hagan palpable nuestros deseos de conversión?
Está bien que cada uno intente convertirse e interiorizar a nivel personal. Es bueno pararnos a ver si estamos caminando en la dirección que Jesús caminaba. Si estamos teniendo los sentimientos con el prójimo que Jesús tenía. Jesús se retiraba con frecuencia al monte a orar. Estaba también largos períodos de tiempo a solas, en el desierto o en el monte hablando con su Padre.
Es bueno que nosotros también lo hagamos.
Pero además de esta conversión a nivel personal,es además el comienzo de la Cuaresma un momento muy oportuno para que la Iglesia en su conjunto, la comunidad cristiana, reflexione y se pare a pensar si por el camino que va, está siendo "luz", "sal", "levadura" y "semilla pequeña" que se convierte en árbol frondoso.
Todas las encuestas nos dicen que la institución eclesiástica en España es de la menos valorada. Que los responsables jerárquicos: obispos y sacerdotes, son de los menos valorados... Los jóvenes ( excepto los muy conservadores) están lejos de nuestras iglesias, vacías. Las vocaciones escasean. Los conventos se cierran.
Parroquias que se agrupan en unidades imposibles de atender por su extensión ante la falta de sacerdotes. Fieles privados de poder recibir los sacramentos con normalidad..., por la cerrazón de mantener normas de la Edad Media, sin sentido para nuestro mundo hoy.
¿No es hora de que la Iglesia en su conjunto se convierta y se interrogue con sentido autocrítico por qué pasa esto? Ahí están las declaraciones de los más de 150 teólogos alemanes, suizos, austríacos y españoles denunciando una serie de cosas que no funcionan en la Iglesia y que exigen cambios profundos..
Es hora de conversión. A nivel personal, por supuesto. Pero también a nivel colectivo, como Iglesia en su conjunto.
Ese fue el espíritu del Papa Bueno, Juan XXIII cuando convocó el Concilio Vaticano II. Pero los cambios que él puso en marcha, los papas posteriores los han ido deshaciendo para volver a lo de siempre.
No creo que la ceniza sea hoy el signo de conversión que la Iglesia necesita. Es necesario dar una imagen nueva, que de respuesta a los gravísimos problemas del hombre de hoy a quienes la Iglesia debe servir.
Los problemas económicos, sociales, las injusticias, las guerras, el orden económico internacional injusto que agrava las divisiones cada vez mayores entre países ricos y pobres..las reformas profundas al interior de la Iglesia donde se violan los derechos humanos, donde el Papa tiene un poder absoluto y concentra en sí todos los poderes..., donde falta testimonio de muchos sacerdotes y obispos, apegados a los poderes, al dinero y obsesionados con el sexo, con problemas gravísimos como los de la pederastia, que tanto daño han hecho y siguen haciendo a tanta gente...
Cuaresma para convertirnos. Creo que a nivel personal uno de los mayores pecados nuestros es la pasividad. El conformismo. El ver las cosas y quedarnos callados, sin actuar, sin hacer nada, dejando todo en manos de los de siempre...
Recordemos que Jesús se enfrentó a las autoridades religiosas y políticas de su tiempo porque para Él lo importante eran los valores del Reino, no quedar bien con ellas, ni jugar a ser diplomático.
Que este tiempo sea una buena ocasión para nuestra conversión personal y comunitaria.
Y que lo llevemos a cabo, aunque no nos pongamos la ceniza.
Cádiz, 9 de Marzo de 2011
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