Me he enterado de la noticia por la prensa local. Unos jóvenes encontraron el cuerpo de un hombre sin vida, J. C. D. de 57 años. Llevaba 10 años en la calle. Al parecer, desde que murieron sus padres, ha vivido así: en la calle. Parece ser que los familiares intentaron ayudarle de varias formas, pero no fue posible.
Seguramente, el frío de estos días y la saturación de los centros sociales y albergues, ha influido en su muerte.
No es el primer caso. No hace muchos meses, hubo otro caso similar en nuestra ciudad.
Son personas que, por diferentes motivos, se ven en la calle, expuestos al rigor de las inclemencias del tiempo y a otros peligros para su vida. Además de tener que sentir esa sensación de abandono, de no interesar a nadie y sufrir las consecuencias de tener que llevar un sistema de vida verdaderamente lamentable, impropio de los seres humanos.
Es de alabar la misión que algunas entidades prestan a estas personas sin techo y sin hogar, proporcionando en algunos casos un lugar donde dormir, aunque sólo sean unos días y también ropa de abrigo y un poco de comida.
Pero no es suficiente para las necesidades de estas personas. Sería necesario que las autoridades hicieran algo para intentar solucionar este problema de nuestra ciudad.
Siempre he pensado que ofrecer cama para tres noches a una persona es insuficiente. ¿A dónde van después? ¿Otra vez a la calle? ¿A otra ciudad vagando de un sitio a otro?
Sería de desear que hubiera locales con mayor capacidad y con posibilidad para atenderlos durante un tiempo mayor para ofrecerles las atenciones básicas que necesita cualquier ser humano: cama, comida, atención sanitaria, sicológica, aseo...y calor humano.
Creo que la Iglesia también aquí podría ofrecer algunas de sus muchas propiedades para estas personas.
Como podemos comprobar todos, cada vez son más y más, repartidos por todos los espacios de nuestra ciudad.
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