Los "neocons" norteamericanos no perdonan las declaraciones del papa Francisco. Les molestó la encíclica ecológica Laudato SI, pero sobre todo les ha molestado y mucho, las explosivas declaraciones que hizo en el II Encuentro Mundial de Movimientos Populares celebrado en Bolivia recientemente y que se puede leer íntegramente en el siguiente enlace: http://site.adital.com.br/site/noticia.php?lang=ES&cod=85723.
Se comprende. Francisco denuncia abiertamente el sistema económico que se basa en la supremacía del dinero por el de las personas. Se siente muy unido a los movimientos populares que luchan por ese cambio de sistema. Merece la pena leer la alocución íntegra de Francisco, donde también hay un espacio para la autocrítica por los pecados de la Iglesia, especialmente en la conquista de América.
Después de leerla, se comprende que los que defienden este sistema capitalista vean a Francisco como "el personaje más peligroso del planeta". Va directo contra sus intereses.
He subrayado del discurso las siguientes frases, aunque podría haber subrayado también otras muchas. Pero pondré las que más me han impactado:
También he sabido por medio del Pontificio Consejo Justicia y Paz que preside el Cardenal Turkson, que son muchos en la Iglesia los que se sienten más cercanos a los movimientos populares. ¡Me alegra tanto! Ver la Iglesia con las puertas abiertas a todos Ustedes, que se involucre, acompañe y logre sistematizar en cada diócesis, en cada Comisión de Justicia y Paz, una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos populares. Los invito a todos, Obispos, sacerdotes y laicos, junto a las organizaciones sociales de las periferias urbanas y rurales, a profundizar ese encuentro.
La Biblia nos recuerda que Dios escucha el clamor de su pueblo y quisiera yo también volver a unir mi voz a la de Ustedes: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.
¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza?
Si es
así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un
cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los
campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no
lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre
Tierra como decía San Francisco.
La globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece
entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y la
indiferencia.
El servicio para el bien común
queda relegado cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones
de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema
socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en
esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y,
como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.
¿Qué
puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos
problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor
ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos
laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo
resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo
desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente
discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese
militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón
lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para mis problemas? ¡Mucho!
Pueden hacer mucho.
Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, nacionales, regionales y mundiales. ¡No se achiquen!
Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, nacionales, regionales y mundiales. ¡No se achiquen!
Sabemos dolorosamente que un cambio de
estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes
y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y
sucumbir.
Ustedes,
queridos hermanos, trabajan muchas veces en lo pequeño, en lo cercano, en la
realidad injusta que se les impuso y a la que no se resignan, oponiendo una
resistencia activa al sistema idolátrico que excluye, degrada y mata. Los he
visto trabajar incansablemente por la tierra y la agricultura campesina, por
sus territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por
la integración urbana de sus villas y asentamientos, por la autoconstrucción de
viviendas y el desarrollo de infraestructura barrial, y en tantas actividades
comunitarias que tienden a la reafirmación de algo tan elemental e
innegablemente necesario como el derecho a «las tres T»: tierra, techo y
trabajo.
Veo con
alegría que ustedes trabajan en lo cercano, cuidando los brotes; pero, a la
vez, con una perspectiva más amplia, protegiendo la arboleda. Trabajan en una
perspectiva que no sólo aborda la realidad sectorial que cada uno de ustedes
representa y a la que felizmente está arraigado, sino que también buscan
resolver de raíz los problemas generales de pobreza, desigualdad y exclusión.
Los
felicito por eso. Es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus
legítimos derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales construyan una
alternativa humana a la globalización excluyente. Ustedes son sembradores del
cambio. Que Dios les dé coraje, alegría, perseverancia y pasión para seguir
sembrando. Tengan la certeza que tarde o temprano vamos de ver los frutosLa Iglesia no puede ni debe ser ajena a este proceso en el anuncio del Evangelio. Muchos sacerdotes y agentes pastorales cumplen una enorme tarea acompañando y promoviendo a los excluidos en todo el mundo, junto a cooperativas, impulsando emprendimientos, construyendo viviendas, trabajando abnegadamente en los campos de la salud, el deporte y la educación. Estoy convencido que la colaboración respetuosa con los movimientos populares puede potenciar estos esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio.
Quisiera,
sin embargo, proponer tres grandes tareas que requieren el decisivo aporte del
conjunto de los movimientos populares:
3.1. La
primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres
humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una
economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa
economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.
Es una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza,
estructura todo el sistema de producción y distribución para que las
capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en el
ser social. Ustedes, y también otros pueblos, resumen este anhelo de una manera
simple y bella: «vivir bien».
Esta
economía no es sólo deseable y necesaria sino también posible. No es una utopía
ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Podemos lograrlo.
Los recursos disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de
los pueblos y los dones de la creación, son más que suficientes para el
desarrollo integral de «todos los hombres y todo el hombre».
3.2. La
segunda tarea es unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia.
Les pido a ustedes, hermanos y hermanas
de los movimientos populares, que cuiden y acrecienten esa unidad. Mantener la
unidad frente a todo intento de división es necesario para que la región crezca
en paz y justicia.
Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra
los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis
antecesores, lo ha dicho el CELAM y también quiero decirlo. Al igual que san
Juan Pablo II pido que la Iglesia «se postre ante Dios e implore perdón por los
pecados pasados y presentes de sus hijos».[6] Y quiero decirles, quiero ser muy
claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las
ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos
originarios durante la llamada conquista de América.
La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad
de los pueblos en latinoamericana. Identidad que tanto aquí como en otros
países algunos poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es
revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del ídolo dinero
3.3. La
tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir hoy, es defender la
Madre Tierra.
No se puede permitir que ciertos intereses
–que son globales pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y
organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación. Los Pueblos y
sus movimientos están llamados a clamar, a movilizare, a exigir –pacifica pero
tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre
de Dios, que defiendan a la Madre Tierra. Sobre éste tema me expresado
debidamente en la Carta Encíclica Laudato si’.
4. Para
finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está
únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las
élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de
organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este
proceso de cambio. Los acompaño. Digamos juntos desde el corazón: ninguna
familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin
derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún
niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una
venerable vejez. Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre
Tierra.
Insisto: merece la pena leer este discurso íntegro. Es muy claro y contundente. Se comprenderá perfectamente por qué los conservadores americanos dicen que Francisco es la persona más peligrosa del planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario