Ya hace unos años visitamos juntos, mi nieta mayor Daniela de 13 años y yo, el Museo permanente de la Explosión en el Castillo de Sta. Catalina. Pero ella tenía interés en volver a visitarlo porque decía que no se acordaba ya muy bien. Lo intentamos este año en agosto, con motivo del 74 aniversario de la Explosión, pero todos los turnos de visita guiada estaban ya cubiertos y no pudimos.
Así que allí estuvimos hace varios días y me encargué de irle explicando todo lo que allí se expone:
Las fotos de la tragedia, con las casas destrozadas en el lugar de la explosión, como el grupo de Lanchas Rápidas donde fallecería mi padre y otros compañeros, la zona cercana al lugar de la Explosión: Tolosa Latour, Astilleros, la Casa Cuna, el Sanatorio Madre de Dios y también en zonas de Cádiz interior como la Catedral que sufrió el descuelgue de una de sus enormes puertas que además quedó arqueada..
Vimos los utensilios que se exponen y que utilizaban los sanitarios en aquellos años para curar a la gente y a Daniela le gustó el maniquí de una enfermera de Salus Infirmorum con la que se fotografió. Vimos el plano enorme de Cádiz y cómo quedó destrozado toda la zona de la Explosión y la gran foto de la zona que está al fondo del primer salón.
Luego, en el siguiente salón, que es donde están todas las víctimas, fuimos viendo las muchas fotos que allí se encuentran y nos detuvimos lógicamente en la de mi padre y su compañero y nos hicimos una foto para dejar constancia de las tres generaciones. A Daniela le gustó posar junto a su bisabuelo Ramón.
También en esta segunda sala vimos los libros que registraban las donaciones y aportaciones de la gente para la colecta que se hizo para ayudar a las víctimas, así como el libro de registro de defunciones. También le comenté la foto del tipo de bomba que explotaron aquella fatídica noche y que nunca debieron llegar a Cádiz, porque ya hacía años se habían retirado en todo el Mundo por su peligrosidad..
Una parada especial hicimos en la foto del Comandante Bescós de la Marina, autor del informe oficial que le encargaron sus jefes sobre los polvorines y almacenamiento de bombas en la Bahía, en el que, en su conclusiones finales, dice entre otras cosas:
"Estas consideraciones mueven al Jefe que suscribe a aconsejar el urgentísimo traslado del depósito de Defensas Submarinas que, en caso de voladura, originaría una catástrofe de carácter nacional. Mientras subsista, debe extremarse la vigilancia militar y naturalmente la técnica, dando las órdenes oportunas" (José A. Aparicio "El Amanecer de un Cádiz desolado").
No le hicieron caso, por lo que queda demostrado la responsabilidad de la Marina en esta tragedia de la que no sólo no ha sumido su responsabilidad, sino que ni siquiera ha pedido disculpas a las víctimas.
A mi nieta le iba hablando con toda claridad de todo ésto, porque las nuevas generaciones deben seguir siendo testigos de lo que pasó, con una información veraz y objetiva, tal como recoge el libro de José A. Aparicio "El amanecer de un Cádiz desolado".
También le hablé del ridículo monolito a las víctimas que tenemos en S. Severiano y que Cádiz y las víctimas se merecen un monumento funerario digno donde puedan estar los nombres y apellidos de todas las víctimas, las 150 víctimas y que este monumento debería estar dentro de las actuales instalaciones del Instituto Hidrográfico que, al menos parcialmente, deberían ser cedidas a la ciudad de Cádiz.
Estuvimos muy a gusto visitando la Exposición. Y mi nieta disfrutó con mis explicaciones.
Aprovechamos para visitar también otras exposiciones en el Castillo pues a ella le encanta la pintura y el arte.
Quiere que visitemos (cuando podamos) otras exposiciones de Cádiz como el Museo del Títere, el yacimiento Gadir, el Puerto fenicio y otros...
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