lunes, 12 de noviembre de 2007

MANIFIESTO DE LA 1ª ASAMBLEA DE REDES CRISTIANAS: A LA IGLESIA Y A LA SOCIEDAD. Redes Cristianas




Con el fin de analizar los problemas más graves que afectan al ser humano y de consensuar algunos gestos comunes en defensa de su dignidad, nos hemos reunido en la Facultad de Ciencias Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid los más de 160 movimientos, grupos y comunidades de Redes Cristianas durante el 10 y 11 de noviembre de 2007.


Con este encuentro culminamos el largo proceso que, durante casi un año, nos ha implicado a muchas personas de diferentes Comunidades Autonómicas en la preparación de quince seminarios, foros y otras tareas de organización y logística. En estos dos últimos días, además del debate de los temas, de compartir experiencias y de orar juntos/as, hemos elaborado un programa de acción conjunta hasta la próxima asamblea y hemos celebrado una concentración ciudadana, en colaboración con algunas asociaciones de inmigrantes, en el barrio de Lavapiés.
En este contexto hemos cobrado mayor conciencia del antagonismo que se está dando entre dos tendencias que afectan sustancialmente a la dignidad del ser humano.


Una negativa, que lo degrada a mero súbdito o cliente del mercado y otra que lucha por restaurarlo en su autonomía y dignidad. Como cristianos y católicos, descubrimos que estas dos actitudes se están dando también en nuestra misma iglesia católica, donde, junto a la gran mayoría que intenta seguir a Jesús desde el servicio humilde y samaritano, existe otra pequeña minoría empeñada en la nada edificante carrera por el poder y el control.


No es este el lugar para hacer un recorrido por todos los lugares donde la dignidad del ser humano está siendo humillada. Los talleres que hemos realizado en la asamblea, leyendo la historia desde abajo, desde los perdedores, testimonian con suficiente claridad los destrozos que la lógica del capital y del mercado está causando en el planeta y en la mayoría de la humanidad. Algunos de sus efectos más visibles aparecen en fenómenos como el empobrecimiento y la inmigración, la crisis de las familias y de la misma sexualidad de las personas. Mirando desde el pluralismo religioso y desde el centro de la Iglesia católica, abundan también las ocasiones en que los Derechos Humanos más elementales son conculcados y más especialmente los que afectan a la dignidad de la mujer.


Pero seríamos injustos si no tomáramos nota aquí de la creciente vitalidad que está aflorando en estos comienzos de siglo tanto en la sociedad como en las iglesias. Como demuestran los Foros Sociales Mundiales y los Foros Mundiales de Teología y Liberación, la lucha por la globalización de la dignidad humana ya está en marcha. Por humildes que se crean, los movimientos antiglobalización neoliberal y antisistémicos y los encuentros de las religiones desde la base están anunciando el nacimiento de un nuevo paradigma alternativo. Particularmente nos alegra constatar que una nueva espiritualidad está emergiendo en nuestros días.


Sin otra pretensión que la de ser humildes portavoces de una voz del Espíritu, como en sus días lo fuera el autor del Apocalipsis ante las nacientes iglesias de Éfeso hasta Laodicea, entendemos que esto es lo que el Espíritu podría decirnos hoy día a la iglesia y a la sociedad:


1. A la Iglesia de Dios que está en los obispos de las diócesis españolas: Admiro el celo que despliegas en mantener las tradiciones milenarias del pasado, entre las cuales está la memoria de Jesús. Pero tengo en contra de ti que has dejado de seguirle en su vida de servicio y has emprendido una carrera por conquistar el poder a cualquier precio.


Te has enseñoreado del pensamiento en tus filas, reprimiendo duramente toda crítica y disidencia con lo que llamas “doctrina de la Iglesia”. Te has olvidado del estatuto de igualdad que mi siervo Pablo formuló valientemente diciendo que “ya no hay judío ni griego, siervo ni libre, hombre ni mujer, ya que todos y todas sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28) y tú estás ignorando al pueblo cristiano y discriminando a la mujer. Contra tu propia función, estás rompiendo la comunión en mi Iglesia.


Defiendes en el seno de la sociedad estatutos de privilegio en nombre de unos Acuerdos, casi clandestinos, que tú misma sabes que fueron arrancados en momentos de gran debilidad de la sociedad civil, al margen de la misma Constitución Española. Viendo a tus jerarcas disfrazados de rojo y en manifestaciones antipopulares yo mismo enrojezco de vergüenza ajena. En esto no puedo alabarte.


Pondera dónde has caído y vuelve a la cordura y a aquella actitud de servicio gratuito y misericordioso que guardas en la entraña de tu más rica tradición. Reconoce sin exclusiones los estatutos de igualdad, libertad y solidaridad que deben reinar en mi Iglesia y respeta ese pluralismo que enriquece, pues a todas y todos os he creado yo a mi imagen y semejanza. Esta es la cita; en este lugar te espero.


2. A la Iglesia de Dios que está en la legalidad y en las formas: Conozco muy bien tus andanzas y sé que eres formalista y cumplidora. Siempre estás con la legalidad constituida sea ésta en la sociedad donde vives o en la iglesia de la que presumes. Lo tuyo es la seguridad, el orden, la disciplina. Cumples el rito y guardas las leyes. Pero conozco muy bien tus limitaciones: no piensas más allá de ti misma, no eres universal, aunque lo digas en el credo.


Tu legalidad raya frecuentemente con la injusticia. Por ejemplo, cuando en la enseñanza defiendes esa tercera vía, la concertada, que se financia con fondos públicos y no sirve justamente para todos; o cuando discriminas las distintas formas de familia fuera de la tradicional; o cuando defiendes en público una filosofía y una ética del comienzo y final de la vida, de las prácticas de la sexualidad y de control de natalidad que en privado ya ni tú misma practicas; o cuando haces malabarismos para casar lo que mi Hijo Jesús, que sabía algo de esto -pues también en esto fue tentado-, dijo que era imposible casar: a Dios con al dinero.


Conviértete a la justicia, aunque tengas que rebasar tu propia legalidad. El calor y la cercanía de la gente te van a ayudar generosamente a recuperar tu atraso y desajuste con el tiempo en que vives. Mi salvación, como siempre, te seguirá llegando desde abajo, desde los empobrecidos y desde la tierra víctima del egoísmo explotador. Aquí abajo, en la base, en las raíces de todas las vidas, te estoy esperando.


3. A la iglesia de Dios que está en la base: Eres pequeña y a veces casi insignificante, como el “resto” del antiguo Israel. Pero en ti marcha la fidelidad a la utopía, a mi proyecto del Reino que Jesús anunció brillantemente con su vida. Pronuncias grandes y hermosas palabras, como igualdad, fraternidad, justicia, misericordia, libertad. Tienes muchos testigos que han regado con sangre el planeta y han empeñado su vida en hacer una sociedad y una tierra más ajustada a la dignidad humana.


Pero tampoco tú estás libre de pecado. Debes reconocer con humildad tu fracaso histórico: no has sido capaz de poner en el mundo otro talante ni otra lógica, ni tampoco en la propia Iglesia, aunque sigas diciendo que todo esto es posible. Te has dejado contaminar por la lógica del sistema dominante. Tu pecado está en la acomodación por miedo a la inseguridad y al futuro.


Mi Hijo Jesús “no tenía donde reclinar la cabeza” y tú te estás rodeando de todo. Si de la derecha no me sorprenden los malabarismos que hace para casar a Dios con el poder y el dinero, de ti me pregunto si estarías dispuesta a hacer por la humanidad lo que la burguesía siempre ha hecho en beneficio propio para mantener sus injustos privilegios. Te sobra miedo y te falta confianza en que yo estoy contigo, tratando de hacer posible ese otro mundo y esa otra iglesia que tú sueñas.
Reconoce que voy contigo, a tu lado, respetando tu iniciativa y animándote a dar, contra viento y marea, razón de tu esperanza.


4. A la sociedad civil que está en el fácil acomodo al capitalismo neoliberal: Conozco muy bien tu compromiso con la eficacia, el desarrollo y la competitividad; también conozco las normas que te das para la protección de la economía y el mercado. En esto te estás mostrando legítima heredera de aquel refrán que me atribuyen a mí en el Génesis (y que yo dudo de haberlo dicho así): “someted la tierra y dominadla” (Gn 1,28). Esta es la locura a la que te están empujando tus malos economistas y los políticos mediocres que te adulan.


A tus poderes fácticos, que manipulan como siempre en la tramoya, no les importa demasiado la otra sociedad que excluyen del mundo y que es actualmente mayoritaria. Pero tengo contra ti que no sabes distribuir lo que produces, ni sabes producir lo que necesitas. Estás siempre conspirando y crispando el ambiente, resquebrajando la tierra y globalizando la miseria, mientras acumulas lo que es de todos y tú no necesitas. Pero te olvidas de que, como a Epulón, en el atardecer de la vida, te voy a pedir el alma.


Enmiéndate y reconoce a qué extremos te está llevando esa ensoñación individualista en la que vives. Aprovecha los muchos talentos que tienes para cuidar más y mejor de las personas y del planeta que es el hogar de la vida. En el esfuerzo por superar tu propio egocentrismo y la acumulación que no necesitas, en el reparto equitativo y justo me tendrás siempre a tu lado.

5. A la sociedad que está en la búsqueda de alternativas: Siempre me has resultado divertida y simpática, siempre he tenido una gran debilidad por ti. Y no porque hayas sido muy creyente, que ¡vive Dios!, es decir, ¡vivo Yo!, que no lo eres, sino porque has mantenido la esperanza en el futuro y has tratado de responder a aquella pregunta que yo, tu Dios, te hice, hace ya tanto tiempo en el Génesis: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9).


Pero me entristece ver cómo en estos momentos estás siendo timorata y acomodaticia. Te estás quedando a medio camino. Claro que aplaudo tu apuesta por la paz y el rechazo de la guerra, las medidas a favor de los inmigrantes, de los matrimonios homosexuales, de género, de la dependencia, de la memoria histórica y demás. Pero tienes miedo a llegar al final y te estás contagiando de algunos aspectos del nacionalismo menos imitable. En esto no puedo aplaudirte.


No te dejes embaucar por esos cantos de sirena que sólo pretenden lavar el rostro con pequeñas reformas mientras ocultan la voluntad de llegar a las grandes transformaciones que está necesitando este mundo mío y vuestro para que sea de todos/as. Lo que tú sueñas y persigues, como le pasó a mi Hijo Jesús en su tiempo, te sitúa siempre en un no-tiempo y no-lugar, en el terreno de la utopía. En esa búsqueda de alternativas para acercar toda vida y todas las vidas a mi proyecto del Reino me tendrás siempre a tu lado. Aunque tú no lo quieras ni necesites reconocerlo.


6. A los creyentes que andáis buscando el encuentro entre las religiones: Sois buena gente y os veo decididos a tender puentes entre las confesiones religiosas por todos los medios. Sois muchos y muy diferentes. Yo he querido acercarme a vosotros sin violentar vuestra alma, sin quebrar vuestras culturas. Y vosotros y vosotras habéis querido responder a mis ansias de encuentro con los medios que habéis tenido a vuestro alcance. Por eso habéis creado tantas confesiones religiosas tan diferentes, cada una con su propia originalidad y riqueza.


Me sois muy queridos y yo mismo estoy impulsando vuestras ansias de encuentro. Pero veo con sentimiento y ternura que el diálogo no avanza porque cada uno prefiere dialogar desde su propia casa, desde la inmovilidad de su propio credo. Cada cual espera que los demás renuncien a sus posiciones, muevan ficha, sin modificar nunca por su parte el tablero. ¡Qué disparate! No es ahí donde yo quiero que os encontréis.


Que cada uno rece y confiese el credo que crea más verdadero, pero que nunca ignore que la cita que yo os hago no está tanto dentro de las iglesias, cuanto en el mundo, en la calle, en la increencia, en la humanidad. Y tengo para mí que los temas de identidad os están impidiendo encontraros en la sociedad y en la vida; la religión, los credos os separan de los márgenes, de los pobres. Y, mientras tanto, los hijos de las tinieblas, los guerreros sin conciencia, se aprovechan de vosotros y de vosotras para hacer su guerra interesada.


“Quien tenga oídos para oír que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias y a la sociedad entera”.


Un abrazo

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