miércoles, 20 de octubre de 2010

ANTE LA VISITA DEL PAPA A SANTIAGO DE COMPOSTELA Y BARCELONA. Juan Cejudo

La visita de un Papa a España es una noticia de primer orden. Por eso se están dando reacciones ante esta visita. Los colectivos en los que eclesialmente milito, (MOCEOP y Comunidades Cristianas Populares) se acaban de pronunciar también porque ambos están integrados en el amplio Colectivo que forma REDES CRISTIANAS que agrupa a unos 200 grupos diversos de toda España.
Además, Comunidades Cristianas Populares de Andalucía se ha manifestado con voz propia ante la visita del Papa a España. Es casi seguro que otras voces se irán pronunciando en los próximos días.

Por eso, como es un acontecimiento de primera magnitud, aunque los comunicados son algo extensos, sobre todo el de REDES CRISTIANAS, merece la pena exponerlos aquí para que quien esté interesado los pueda leer con tranquilidad.

Veréis que en la Iglesia hay muchas voces y muchos matices...


Saludos a todos: Juan
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Nota de prensa ante la visita del papa a Santiago de Compostela y Barcelona. Comunidades Cristianas Populares de Andalucía








Ante la visita del Papa a Santiago de Compostela y Barcelona, los días 6-7 de Noviembre de este año 2010, las CCP de Andalucía, queremos hacer pública nuestra oposición a esta nueva visita por las siguientes razones:

1º.-No estamos en contra de las visitas pastorales que el Papa realice a las Iglesias particulares para “confirmar en la fe” a todos los seguidores de Jesús y para estar cerca de los problemas de las gentes a las que visita.

Sin embargo, estamos en contra, de estos viajes multitudinarios, superficiales y folklóricos que fomentan un culto a la personalidad del papa como personaje público y como jefe de estado. De hecho, será recibido por los Reyes y se entrevistará con el Presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero.

2º.- Estamos en contra de estos viajes papales que originan cuantiosos gastos en estos tiempos de crisis, particularmente en España y que son sufragados o bien a cargo del erario público, es decir del bolsillo de muchos contribuyentes que no son católicos, o bien mediante el dudoso cobro por la asistencia a los actos religiosos, como ocurrió en su último viaje a Inglaterra.













3º.- Entendemos que este tipo de viajes debieran hacerse de un modo sencillo y evangélico. Jesús se rodeaba de los más pobres: tullidos, enfermos, leprosos…Debieran ser los más pobres quienes rodearan al papa también en sus viajes.

4.- Finalmente estamos en contra de este viaje del papa porque lo consideramos contrario a los valores del Estado laico y la laicidad que nosotros mantenemos. Las CCP apostamos por un marco de relaciones entre todos los miembros de la sociedad donde sólo tienen cabida los valores universales más allá de cualquier confesión religiosa.

En concreto, la efectiva realización de los derechos humanos en un marco de respeto, de igualdad y de convivencia pacífica. Para hacer efectiva esta sociedad abogamos por la supresión de los Acuerdos firmados entre el Estado y la Sta Sede en 1976 y 1979 y por la promulgación de una Ley de conciencia y no sólo de libertad religiosa.

CCP Andalucia, 13 de Octubre de 2010

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Este es el texto completo de la carta que se ha presentado en sendas ruedas de prensa en Santiago de Compostela y Barcelona.

“Redes Cristianas quiere dar a conocer una carta pública dirigida al Papa Benedicto XVI, con motivo de su viaje a Santiago de Compostela y a Barcelona los próximos dias 6 y 7 de noviembre, con el objetivo de abrir un debate en profundidad sobre el presente y el futuro de la Iglesia católica y su relación con la sociedad actual”.

Apreciado Santo Padre:Le escribimos en nombre de un amplio colectivo de personas, entidades cristianas y comunidades de base de Galicia y también de otras muchas distribuidas por toda España. Lo hacemos desde nuestra fe, desde el sentirnos plenamente Iglesia y en coherencia con las enseñanzas que de la misma Iglesia hemos recibido. Nuestra Carta de Identidad de Redes está centrada precisamente en dos pilares: el seguimiento de Jesús de Nazaret y la preocupación por los pobres.

Desde estos dos referentes, como no podía ser de otra forma, es desde donde le dirigimos nuestras palabras. Usted sabe que Galicia y Catalunya, a pesar de formar parte del mismo Estado, tienen identidades muy singulares, forjadas a lo largo de los siglos, que se expresan en una lengua y con cultura propias; con tradiciones y santuarios propios -como los que visitará en estos días-, que configuran personalidades colectivas muy ricas y diferentes, con derechos históricos todavía no plenamente reconocidos que siempre hemos pedido a la jerarquía de la Iglesia que reconozca en todas las dimensiones de la vida religiosa, pastoral, litúrgica e institucional. Desearíamos que su visita a estas dos comunidades sirviera para el afianzamiento de estas singularidades, también en el campo religioso.

España entera, y estas dos comunidades en particular, viven hoy sometidas a profundas transformaciones en lo cultural y económico, de las cuales hoy quisiéramos destacar sólo dos: el profundo proceso de secularización y la crisis económica. En el pasado, el cristianismo fue un elemento esencial en la configuración de nuestras identidades en lo personal y familiar y dentro la sociedad civil.












Pero hoy ya no es así. Nuestras sociedades han avanzado hacia la autonomía de la moral y de la ciencia, la separación de poderes, el respeto a la conciencia y, en consecuencia, en lacapacidad de construir la historia sin acudir a la religión. Los bajísimos índices de cumplimiento religioso indican este cambio de signo, que creemos irreversible.

Con motivo de su venida esta observación nos parece particularmente oportuna porque, a pesar de que probablemente en ambas visitas Usted se verá envuelto en masas, sólo se tratará de un fenómeno fugaz y muy mediático, de muy dudosa repercusión en un cambio del comportamiento religioso.

Y a la vez porque dado este pluralismo, como dirigente de una de las confesiones religiosas, no puede dirigirse a sus habitantes en general como si todos fueran de su confesión. Ello puede molestar, lógicamente, a los que no lo son.

Finalmente, hoy vivimos de manera particularmente dura los efectos de la crisis económica: cierre de empresas, paro, e índices crecientes de dualidad social; hay también creciente presencia de la inmigración extranjera como exponente de la crisis internacional. Todo ello pone una vez más de manifiesto la debilidad e injusticia de nuestras sociedades y la perversidad del sistema.










También esta observación es particularmente oportuna con motivo de su visita: porque en este momento de crisis quisiéramos que su viaje se mantuviera dentro de unos límites de austeridad económica y no diera el más mínimo motivo de crítica. Y al mismo tiempo desearíamos de Usted una palabra de impulso para aquellos colectivos que trabajan por conseguir unas estructuras sociales más justas.

Es hora ya de que la Iglesia de un paso en la dirección de su reconciliación con nuestras sociedades. Si hoy, después de cincuenta años, volviéramos a preguntarnos aquellas dos sencillas y provocadoras preguntas que dieron vida a los documentos del Concilio “Iglesia catalana e iglesia gallega ¿qué dices de ti misma hacia fuera, y qué dices de ti misma hacia dentro, hacia tus mismos fieles?”, lo primero que deberíamos decir es que, contrariamente a lo deseado por el Concilio, la voz de nuestras comunidades ha sido secuestrada por la única voz de una Conferencia Episcopal, que de ninguna manera refleja la riqueza de la diversidad de las iglesias locales ni el pluralismo en los creyentes.

En nuestras sociedades, hoy, el divorcio entre la cúpula de los obispos y las iglesias de base es alarmante. El trabajo sacrificado y silencioso de miles y miles de cristianos y cristianas de base no encuentra eco en las declaraciones y actuaciones de la jerarquía. Al contrario, su voz va quedando progresivamente ahogada ante el continuado ruido de los obispos en la calle.

Con respecto del tema de la laicidad y multiculturalidad al que hemos aludido antes, apreciamos la actitud de apertura que Usted puso de manifiesto en sus declaraciones en Belem de Lisboa en el encuentro con intelectuales afirmando “el necesario diálogo con el mundo” y que la adhesión a la verdad que proclama la Iglesia no es incompatible “con el respeto por las otras ‘verdades’, o con la verdad de los demás”.










Agradecemos esta observación porque ciertamente, en algunos otros acontecimientos hemos sentido que cuando el único criterio de actuación es la supuesta “Verdad”, enlugar del amor y respeto a las personas, ésta se convierte en inquisición y terror. Ojala estas expresiones supusieran el final de una etapa postconciliar en la que la Iglesia, recordando antiguas condenas de finales del s. XIX y considerándose única poseedora de la Verdad, se ha construido una barrera con el mundo, viviendo de espaldas y enfrentado a éste en casi todos los campos, científico, moral, teológico, político.

Hemos visto cómo, alejada progresivamente de la gente y refugiada en las seguridades del propio grupo, la Iglesia corría el riesgo de convertirse en gueto. Para muchas personas ha dejado de ser el referente moral de la sociedad y a nuestro mismocolectivo en ocasiones le ha hecho sentir extranjero, en exilio en nuestra propia casa.

Por último, unas palabras en relación con la crisis económica y la especial atención a sus víctimas. Las causas y las consecuencias de la crisis que nos sacude tan profundamente deberían tener una consideración muy especial desde la fe y desde la teología. Porque se trata de una inmensa tragedia moral, espiritual y política.

A fin de cuentas, al final de los tiempos (Mt. 25, 31-46 y carta de Santiago), ante la historia la cuestión fundamental no será la religión y ni siquiera Dios, sino qué respuesta hemos sido capaces de dar a las víctimas.

Vivimos dentro de unas estructuras económicas perversas y de pecado, que para subsistir necesitan pobreza y de las mayorías: crisis alimentarias provocadas por el aumento abusivo de los precios, la deuda externa de los países pobres, el comercio de armas, la imposición de ventajas comerciales desiguales, paraísos fiscales, el negocio de la droga, la explotación infantil, tráficos de seres humanos, especialmente en mujeres, niños y niñas, el despilfarro de los recursos de la naturaleza, etc. en un sistema que lo convierte todo -necesidades básicas y relaciones personales- en objeto de negocio o de compra-venta.
















Ante esta estructura de pecado no bastan las apelaciones a la conversión individual.
Como cristianos y cristianas compartimos este trabajo por unas estructuras más justas con amplios sectores no creyentes de la sociedad. Sin embargo hoy, ante la gravedad y dureza de los acontecimientos, nos encontramos todos sin referentes institucionales, políticos, éticos, organizativos. No es fácil encontrar referentes que den confianza, capaces de acoger al o a la que sufre o duda, testimonios del llamado “principio misericordia” en este mundo inmisericorde.

Y es sobre todo en este campo donde echamos en falta la voz profética de la Iglesia, una voz fuerte contra la injusticia en la que los desheredados y desheredadas se sientan comprendidos y comprendidas. La apreciación creciente es que le falta sensibilidad y que ha dejado de ser aquel lugar profético de encuentro y acogida de los pobres.

Al contrario, la única voz de Iglesia que se escucha gira casi siempre alrededor de los mismos temas: presión política para alcanzar mayores cotas de poder económico o cultural y en temas de moral, se reduce el necesario discurso de la ética y de los valores al monotema de sexualidad. Desearíamos que la Iglesia apareciera ante nuestras sociedades con otro rostro, continuadora del hacer de Jesucristo ante los poderes de su tiempo.

A pesar de todo esto, o más bien por todo esto, creemos que estamos en un momento propicio. Vivimos en un mundo gravemente enfermo y herido, pero sabemos dónde estamos y hacia dónde queremos ir. Como creyentes en Jesús y miembros de esta Iglesia, con la presente carta queremos colaborar a hacer de nuestras Iglesias locales un señal de fe y un motivo de esperanza.

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