Para celebrar la festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, viene muy bien tener en cuenta esta reflexión de mi buen amigo Deme, de Valencia, compañero de CCP y MOCEOP.
Un cordial saludo: Juan
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El cuerpo de Cristo es el que anduvo por los caminos de Galilea, el que recibió perfumes y caricias de manos de mujeres, el que comió, bebió y dio de comer con la gente, el que sufrió burlas y tortura de los soldados romanos, el que murió crucificado.
El cuerpo de Cristo no se encierra en un copón ni un sagrario ni una custodia.
El cuerpo de Cristo no necesita procesión de autoridades, toque de cornetas ni regimiento militar, pétalos de flores, mantones en los balcones ni ola de multitudes, no necesita adoración nocturna ni diurna sino respeto y dignidad perpetua.
El cuerpo de Cristo es el que pone mal cuerpo en las mujeres prostituidas, en las víctimas de las guerras, en las que pasan hambre o no tiene techo, y en las que necesitan papeles ya.
El cuerpo de Cristo está en quienes ponen el cuerpo como él: “lo que hacéis a estos, me lo hacéis a mí”.
El cuerpo de Cristo está en quienes lavan los pies y sirven: “haced esto como yo”.
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