Hace
unos días el Papa Francisco, en unas declaraciones al semanal alemán
“Die Zeit” declaraba que habría que analizar si los “viri
probati” (hombres casados con una probada virtud) sería solución
para paliar la falta de sacerdotes, especialmente en pequeñas
comunidades, muchas de ellas muy aisladas, que durante todo el año
apenas pueden participar de la eucaristía. Habría que ver también
qué funciones tendrían estos hombres casados. Reconoció que la
crisis vocacional es grave y extensa.
Los
viri probati es una expresión tomada de una carta de San Clemente, sucesor de los apóstoles en el siglo I donde contaba cómo ordenaban
ellos a sus sucesores:
"Y
así, predicando por campos y ciudades, por todas partes, designaron
a las primicias (de sus trabajos), una vez hubieron sido probados por
el Espíritu, para que fueran obispos y diáconos de los que
creyeran”
En
el Concilio Vaticano II se estuvo hablando de esta posibilidad, pero
no se llegó a ningún tipo de acuerdo. Desde entonces, la crisis de
vocaciones no ha hecho más que agravarse a pasos agigantados.
Además, el promedio de edad de los curas en muchísimos países es
muy alto (En España tengo entendido que ronda los 65 años).
Francisco
sigue empujando como puede la vieja maquinaria de las estructuras de
la Iglesia. Ya empezó no hace mucho creando una comisión para
tratar de reinstaurar las diaconisas. Veremos si este tímido intento
se convierte en realidad y se abre las puertas a una participación
plena de la mujer en todas las tareas eclesiales.
Ahora
le toca el turno a los curas casados. Para muchos de nosotros llega
ya muy tarde, pero es una buena iniciativa, aunque sea muy tímida
también, a través de la figura de los viri probati.
Y
es que en la Iglesia durante los primeros 12 siglos de su existencia,
los curas estaban casados y existían las diaconisas y también
mujeres sacerdotes. Esta tradición la han mantenido en la Iglesia
católica oriental donde siguen existiendo los curas católicos
casados. ¿Por qué no va a ser posible en Occidente?
Pero uno tiene la impresión de que Francisco se encuentra bastante sólo
en estas y en otras cuestiones de renovación de la Iglesia. No sólo en Roma un grupo de cardenales se manifiestan abiertamente en contra de muchas de sus medidas aperturistas. Tampoco los obispos les respaldan y
apoyan como debieran.
¿Por
qué no se ha escuchado la voz de nuestros obispos apoyando al Papa
en estas cuestiones y en otras? Demasiado silencio sospechoso.
Ya
sabemos que ni las diaconisas ni los curas casados son una solución
para los gravísimos problemas que tiene la Iglesia Católica, que son
mucho más profundos y que no vamos a analizar aquí ahora, porque me alargaría en exceso, pero sin
duda que son resquicios de apertura muy necesarios que todos los
creyentes deberíamos de compartir y defenderlas como muy necesarios
para la renovación de la Iglesia, apoyando así al Papa Francisco.
En
España hay entre 6.500-10.000 curas casados de un total de 19.000 lo
que supone entre un 35-40% que es un porcentaje bastante
significativo. Sabemos que los seminarios (que hace décadas estaban
llenos) hoy están casi vacíos. Por poner sólo un ejemplo, en el de
Cádiz en la década de los sesenta del siglo pasado había unos 150
seminaristas, hoy apenas habrá una decena o poco más.
Todos
debemos apoyar estas posiciones de Francisco y no permitir que la
oxidada estructura eclesiástica impida que esta pueda adaptarse a la
nueva situación de un mundo muy secularizado, propia de la sociedad
avanzada del siglo XXI.
Al revés, debemos de empujar entre todos para que las medidas sean mucho más ambiciosas y sin temor a cambiar leyes y normas obsoletas que sólo consiguen alejar a la gente de la Iglesia y dejar vacíos los templos, como demuestran las estadísticas que se publican periódicamente y que tanto preocupan a los responsables de la Iglesia.
Cádiz,
14 de Marzo de 2017
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