hablando conmigo contándome con detalle todo lo que habían
sufrido con el obispado de Cádiz que no accedió a hacerles un
favor.
Ahora han decidido hacer pública su experiencia y
contarla. Puedo atestiguar que lo que aquí exponen es mucho
menos de lo que han sufrido. Me contaron detalles concretos
que aquí no narran, pero que les han dolido muchísimo.
Dejo aquí la carta que han enviado a algunos medios contando
su experiencia.
Saludos cordiales: Juan
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En
mayo de 2017 una familia modesta gaditana, siguiendo los cauces
reglamentarios, se dirigió al señor Ecónomo de la diócesis de
Cádiz para pedirle un favor intrascendente. Se trata de una familia
de cuatro miembros: matrimonio y dos niños muy pequeños. El padre
se traslada cada domingo a Sevilla para su trabajo, provincia donde
reside por tales motivos laborales, para regresar de nuevo el viernes
con su familia. Son dueños de una casa pequeña, de treinta y cinco
metros cuadrados y un solo dormitorio. Obligados por necesidad, o
agrandan la casa o compran un piso nuevo. Como lo segundo no está a
su alcance, optan por agrandar la vivienda propia, para lo que piden
un crédito que con gran dificultad tendrán que amortizar durante
los próximos años.
El
favor que piden al señor Ecónomo puede suponerles un ahorro
ostensible y significativo en el importe de la obra. El Obispado lo
puede hacer sin costo o inconveniente alguno propio. Se trata de que
autorice el paso, solo cinco o seis veces, de una carroceta o camión
pequeño por una finca de su propiedad de fácil acceso que linda con
el patio trasero de la vivienda de la familia, para recoger el
escombro de la obra y descargar los materiales necesarios. Así, la
carga y descarga se hace de forma mecánica y a pie de obra. De otro
modo, todo tendrá que hacerse a mano desde una calle muy estrecha
que da acceso principal a la vivienda, con serios inconvenientes para
el vecindario. La descarga a mano origina el costo aludido.
El
favor pedido equivale, pongamos por caso, a que un vecino de puerta
llame a la de enfrente para pedir algo de sal. El favor pedido es
incluso menor, porque en el caso del ejemplo el vecino de enfrente se
quedaría sin el puñado de sal y en la petición que nos ocupa el
Obispado de Cádiz no perdería absolutamente nada.
Pues
bien, contra toda previsión y razón y tras haberles solicitado
presentar fotocopias del proyecto de obra y del permiso del
ayuntamiento, la respuesta del señor Ecónomo fue un no rotundo sin
aducir más razón que la de que la finca era propiedad del Obispado
y no se autorizaba el paso de la carroceta. El único atisbo de
razonamiento en que se basaba la negativa era debido a que “hay
otras opciones”. La única es la ya descrita, la calle angosta, con
el costo extraordinario aludido y los inconvenientes vecinales.
La
familia peticionaria piensa que en el Obispado no se han hecho cargo
de la situación e insiste en su petición. El Obispado la conmina
entonces a que no insista más, que ya le han dicho que no y será
no, sin prestar la más mínima atención a razones no solo de buena
vecindad, sino también de proceder cristiano, al tratarse de prestar
una ayuda a una familia obligada por las circunstancias a hacer un
gran esfuerzo económico en busca de una necesaria mejora de calidad
de vida, sobre todo para los niños.
El
23 de junio, la madre acude con los niños a la parroquia del señor
Ecónomo para hablar con él personalmente tras la eucaristía. Antes
de iniciarse la conversación, el señor Ecónomo le pide
taxativamente que se marche con los niños pues la decisión ha sido
tomada en firme. La mujer insiste en solicitarle las razones por las
que fue declinada su petición y esgrime argumentos evangélicos para
reconsiderar la situación. Incluso, invita al señor Ecónomo a
visitar la vivienda y almorzar con la familia para conocer de primera
mano la problemática y la solución sencilla que puede ofrecer el
Obispado. El señor Ecónomo no solo no presta una actitud de
escucha, sino que, además, se muestra distante y ausente y exige
nuevamente a la madre que salga de inmediato de las dependencias
parroquiales.
Se
suceden entonces correos electrónicos, llamadas telefónicas y
cartas postales, una de las cuales, en vista de la cerrazón
incomprensible, se le envía directamente al señor Obispo de Cádiz.
Sigue
un silencio absoluto. El señor Obispo no contesta. Los días pasan y
urge comenzar la obra. Entonces, el 25 de julio la familia se dirige
por correo postal al presidente de la Conferencia Episcopal Española,
poniéndolo al corriente de todo lo sucedido a ese propósito en la
diócesis de Cádiz. Al cardenal Ricardo Blázquez se le da cuenta no
solo de los correos electrónicos, sino también de las
conversaciones telefónicas, del tenso encuentro que la madre mantuvo
con el señor Ecónomo y de la carta enviada al señor Obispo de
Cádiz.
El señor Presidente de la Conferencia Episcopal Española
responde con una carta muy amable en la que dice haberse informado de
todo y notifica que, aunque el tema no es en absoluto competencia
suya, tratará de hablar con el Obispo de Cádiz para que se llegue a
un arreglo.
Siguieron
pasando los días y los meses y, en vistas de que nada se hacía al
respecto, la familia tuvo que afrontar la obra en el mes de diciembre
de 2017, obligando al contratista a cargar y descargar a mano por la
calle, con el consiguiente incremento de gastos y los inconvenientes
aludidos para los vecinos y transeúntes.
Estamos
ante un hecho sencillo y concreto, pero que desautoriza por completo
la actuación incomprensible del Obispado de Cádiz desde la óptica
de las buenas relaciones humanas y de la solidaridad, actuación
todavía mucho más incomprensible y lamentable desde el punto de
vista evangélico.
Aurora
María Ruiz Bejarano, DNI 48969240D
Ramón
Hernández Martín, DNI 13859107C
J.
Joaquín Jiménez Carmona DNI
28780435Y
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