Hace sólo unas horas alababa yo aquí la postura del papa pidiendo diálogo y posturas diplomáticas para sustituir a las bombas, los tanques y la guerra en Libia. También porque pedía solidaridad para los desplazados y prófugos africanos y de otras regiones. Eso ha estado muy bien.
Pero mientras el papa decía estas palabras tan conciliadoras y pacificadoras y llamaba a acoger a los desplazados de África, Asia u Oriente Medio, la gendarmería del Vaticano cerraba las puertas de la Iglesia de San Pablo extramuros a los 150 rumanos que el Ayuntamiento de Roma había desalojado horas antes de sus chabolas, sin respetar siquiera los mensajes pacificadores y solidarios de la Semana Santa y negándoles la entrada en la iglesia.
Éstas son las contradicciones que a tanta gente le echa para atrás en nuestra iglesia. Como dice el refrán "una cosa es predicar y otra dar trigo". Y los hechos hacen más que las palabras.
El ayuntamiento de Roma ofreció 500 euros para cada familia rumana que decidiera volver a su país y el Vaticano también ofreció otros 500 euros si se marchaban. Una imagen verdaderamente lamentable que no tiene nada que ver con ese Jesús compasivo y misericordioso del Evangelio.
Podéis leer aquí la noticia de Miguel Mora que publicó El País.
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