martes, 2 de julio de 2013
SOBRE LA DIMISIÓN DE LA CÚPULA DEL BANCO VATICANO. Juan Cejudo
La noticia saltó a los medios hace unos días: “Un prelado italiano, un exagente de los servicios secretos de Italia y un intermediario financiero han sido detenidos acusados de fraude y corrupción, en la investigación sobre las presuntas irregularidades en la gestión del llamado banco del Vaticano, el Instituto para las Obras de Religión (IOR)”.
"El prelado es Nunzio Scarano, responsable del servicio de contabilidad de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), el ente que gestiona el patrimonio inmobiliario del Vaticano, un Monseñor que había sido ya destituido de su cargo… pero que seguía “trabajando” al servicio de “familias” económicas y de blanqueo de dinero. Se le acusa de introducir en Italia de 20 millones de euros desde Suiza". (cita de Xavier Pikaza).
Posteriormente, han dimitido el Director y vicedirector de dicho Banco Vaticano ó IOR.
Detrás de estas detenciones y dimisiones, sin duda está la mano del papa Francisco que no quiere transigir con este tipo de delitos porque se debe dar ejemplo de honradez y transparencia.
Gestos como éstos, son los que la Iglesia necesita: hechos concretos, no palabras. Y qué duda cabe que actuar en el núcleo de la economía de la Iglesia es un gesto de primera magnitud.
En mi opinión, y en la de no pocos teólogos, sería necesario que la Iglesia renunciara al Estado del Vaticano y todo lo que ello conlleva. También la vuelta a los principios evangélicos de la sencillez y la pobreza que Cristo vivió y animó a sus seguidores a que así también lo vivieran, es algo fundamental...
No cabe duda que el Papa Francisco está marcando estas pautas y dando ejemplo.
Seguramente serán necesarias otras muchas reformas en profundidad en otras muchas áreas de la pastoral, liturgia, formación de los curas del siglo XXI, colegialidad y democracia al interior de la Iglesia, apertura al pluralismo de religiones y al pluralismo teológico etc...
Pero, de momento, estos gestos sobre los dineros de la Iglesia y la necesidad de vivir sencillamente parecen gestos de muy hondo calado.
Ojalá el papa Francisco tenga tiempo para seguir impulsando los cambios profundos que la Iglesia necesita para ser coherente con el Evangelio y creíble por la sociedad.
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