sábado, 30 de abril de 2022

RESEÑA DEL LIBRO “LA CRUZ” DE GABRIEL M.ª OTALORA. Juan Cejudo




He leído con interés el libro de Gabriel M Otalora “La Cruz”.

Un libro, con presentación y epílogo del teólogo Xavier Pikaza, que, en forma de pequeños artículos, hace una serie de reflexiones espirituales sobre el sentido y significado de la Cruz para los cristianos.


No es posible desmenuzar aquí todo el contenido del libro, pero sí que me gustaría subrayar aquellas consideraciones que más me han gustado. Las iré comentando en los siguientes párrafos, a veces con las propias palabras del autor.


Hasta finales del siglo III los cristianos eran perseguidos y el emblema de la cruz significaba derrota. Tuvieron que recurrir a otros signos, como el pez, el ancla, la paloma, el buen pastor... para no sufrir el martirio. Y es que la cruz significaba la muerte de los malditos, de los indignos. Aquella sociedad romana ridiculizaría y perseguiría a los que se confesaban cristianos y llevaban la cruz. De hecho hasta el siglo IV no se autorizaría la imagen del crucificado. Aquellos primeros cristianos preferían el símbolo de Cristo Resucitado al del crucificado.


Y es que Jesús murió en la cruz para que no hubiera nunca más crucificados en el Mundo.



La cruz cristiana es la cruz del amor, porque Dios es amor y debemos quitar o aliviar las cruces de los demás; ofrecer consuelo, ser compasivos y misericordiosos, ponerse siempre de parte del débil, no ser indiferente a las injusticias, perdonar de corazón…


Jesús llegó a la cruz porque en el centro de su misión puso a la gente impura y excluída, es decir, mujeres y extranjeros, enfermos, prostitutas, samaritanos, recaudadores, pobres y oprimidos, paganos….La cruz de Jesús y su apuesta radical de amor genera vida para todos.



Esforzarse por la transformación de la realidad, desde el modelo de actitud que mostró Jesús, conlleva el riesgo de persecución. Cuando Jesús afirma que quien quiera ser su discípulo ha de negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirle, eso significa ser sensibles a las necesidades que sufren los demás. La cruz se llama solidaridad con el otro al que siento, de algún modo, parte de mí mismo.


Jesús no vino a inmolarse en la cruz como sacrificio. Fue la maldad humana la que le mató, al enfrentarse a los poderosos de la religión y del poder económico, que se sintieron adversarios suyos, al no coincidir sus intereses con la Buena Noticia.


La única cruz que el Señor acepta y nos invita a cargar es la que viene derivada de quitar o evitar las cruces a los demás y mejorar nuestras conductas y actitudes. Vivir y luchar por la causa de Jesús incluye combatir el mal y construir el bien.



La Cruz de Cristo ha sido con frecuencia un ariete formidable del poder establecido para abrirse camino y justificar genocidios, expolios, invasiones y arrasamiento de pueblos enteros, todo ello en nombre de Dios. Con la cruz en la mano hubo conquista en América Latina por parte de España y Portugal, matanzas y hasta la desaparición del imperio azteca, donde se calcula que murieron por la espada y la viruela hasta 50 millones de personas en tres décadas.


En uno de los últimos capítulos, Gabriel cita a varios autores que han tenido experiencias de la cruz cristiana. Cita a Johann Baptist Metz, Jon Sobrino, Jürgen Moltmann, Edith Stein, José A. Pagola, a Martín Lutero.


Para Metz Dios se manifiesta en su Pasión como aquel que se solidariza con todas las personas que sufren y nos invita a participar de esta solidaridad. Con la Resurrección brota la esperanza, pues Jesús cargó sobre el destino de los pobres, de los oprimidos, de los desesperados y de los pecadores, con el destino de todos. El amor debe entenderse como un compromiso absoluto con la justicia, la libertad y la paz para los demás.


Los cristianos debemos ser místicos y tener una experiencia espiritual al dolor de los demás para sublevarnos contra el dolor inocente e injusto, que suscite en nosotros hambre y sed de justicia para todos.


Jon Sobrino insistirá en Jesús como liberador contra el poder mundano y religioso. Jesús es Buena Noticia para los pobres animando a liberar de las estructuras injustas que dificultan esa liberación de los pueblos empobrecidos. Jon Sobrino es uno de los numerosos teólogos de la liberación que inició Gustavo Gutiérrez y a quien el Papa Francisco recibió en el Vaticano.

Gustavo Gutiérrez, teólogo de la liberación





Moltmann es el teólogo de la esperanza. Cuando Jesús muere él mantiene la esperanza de que su obra será legitimada y reivindicada, como así ocurrió.


Stein insistirá en que no debemos buscar las cruces, pues en la propia existencia de cada uno aparece siempre la cruz y lo que debemos es aceptarla.


Pagola nos dice que la crucifixión nos deja un mensaje esencial de amor comprometido y que la mejor manera de vivir el Misterio Pascual es reavivar nuestra compasión y misericordia.


Martín Lutero acuñó la expresión “teología de la cruz”. La Cruz es el triunfo de Cristo, el triunfo del amor, el triunfo de la no-violencia y de la entrega de su vida.


El autor termina, como resumen de su libro, diciendo que la Cruz es sinónimo de amor. Dios es el Dios de los que sufren.

Pikaza, en el epílogo, dirá que la Cruz de Jesús es el signo del valor infinito de los descartados y oprimidos, de los crucificados, que son víctimas del terror del mundo. La Cruz es también la señal de compromiso de aquellos que ponen su vida por los más crucificados de la historia.

La cruz, dice Pikaza, forma parte del misterio del Dios que se abaja y encarna en esta humanidad concreta de los crucificados de la historia, expresando en y por ellos su vida de amor.

Xavier Pikaza, teólogo


El libro de Otalora se lee con gran facilidad, por sus capítulos cortos y ayuda en gran manera a tener una auténtica comprensión del significado de la Cruz. Jesús no murió en la cruz “para salvarnos del pecado”. A Jesús lo mataron los poderes religiosos, políticos y económicos de su tiempo. El estilo de vida de Jesús provocaba estos poderes. Él iba contra las rígidas leyes judías que asfixiaban al hombre: El sábado está para el hombre y no el hombre para el sábado. Su opción por los marginados, por los pobres era muy clara. Denunciaba a escribas y fariseos llamándolos “raza de víboras”, “sepulcros blanqueados”, “ciegos y guías de ciegos”… 

En el Templo volcó las mesas de los cambistas y de los vendedores de palomas porque “ la casa de mi Padre es una casa de oración y vosotros la habéis convertido en una cueva de bandidos”…. Él era un peligro para aquel sistema político-religioso. Lo consideraban un revolucionario al que las masas seguían y era mejor que muriera un hombre antes que todo el Pueblo pereciera. No se lo perdonaron, por eso andaban buscando para matarle...hasta que lo consiguieron.




Este es el valor de este libro de Gabriel M.ª Otalora: que da a la cruz su verdadero significado.


Os lo recomiendo. 


Cádiz, 30 de abril de 2022


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