lunes, 15 de octubre de 2018

SAN ROMERO DE AMÉRICA. Juan Cejudo, miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares



Mucho se ha escrito, especialmente estos días, sobre la figura de Óscar Romero canonizado este 14 de octubre como santo por el papa Francisco.

Recuerdo perfectamente cuando los informativos de aquellos días difundían las palabras de Romero en su homilía del 23 de marzo de 1980 que le dije a mi mujer:  " A ese obispo se lo cargan, lo matan". 

Efectivamente, al día siguiente, un tirador de un escuadrón de la muerte lo mataría  a tiros, mientras celebraba la Eucaristía. Romero se había atrevido a decirle a los soldados que no obedecieran las órdenes de sus jefes, que les ordenaban disparar contra el pueblo.

Estas fueron las palabras de aquella homilía:

“Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la Policía, de los cuarteles. ¡Hermanos! ¡Son de nuestro pueblo! ¡Matan a nuestros hermanos campesinos! Y ante una orden de matar que dé un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice: ¡No matar! Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado.

“La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van tenidas de sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada días más tumultuosos, les suplico, les ruego, ¡les ordeno! en nombre de Dios: ¡Cese la represión!” (Homilía, 23/3/1980).

Como bien ha escrito el teólogo granadino José Mª Castillo, Óscar Romero sentía miedo. Sabía que lo mataban y, como Jesús antes de morir, sintió miedo.

Hay que decir  que Francisco lo ha declarado oficialmente santo. Algo muy distinto de lo que hicieron sus predecesores.  Romero vino muy decepcionado, abatido, como bien cuenta María Vigil, de la visita que, no sin trabajo, pudo conseguir de Juan Pablo II en Roma. Y es que, compañeros suyos obispos, lo criticaban abiertamente, acusándolo de hacerle el juego al comunismo, porque se atrevía a denunciar las injusticias y opresiones contra los pobres , algo que es esencial en el mensaje de Jesús. (Bienaventuranzas)

Mucho antes que Francisco ayer 14 lo haya declarado santo, Romero es tenido por santo por la gran mayoría del pueblo latinoamericano. Es el santo de América, San Romero de América.

Él, que empezó siendo un obispo de corte conservador y tradicional, fue evolucionando, al comprobar cómo los escuadrones de la muerte mataban a todos aquellos que luchaban contra las injusticias. 

Fue evolucionando hasta comprometerse muy a fondo con las causas del pueblo y se puso abiertamente a favor de los empobrecidos en una línea totalmente evangélica. Denunció las atrocidades y barbaridades del régimen de su país y la represión brutal contra el pueblo. También se enfrentaría al gran coloso americano escribiendo una carta a Jinmy Carter para decirle que no apoyara con armas a un régimen tan represor. Llegaría a decirle a Carter que EEUU era un obstáculo para la paz en su país.

Debo decir también que no me gustan para nada las parafernalias de las canonizaciones, con unas ceremonias y protocolos, donde el pueblo sencillo queda ausente; precisamente, aquellos más empobrecidos que tanto lo querían, por su compromiso con ellos. Unos procedimientos de canonización, solo reservados para quienes pueden sufragar cuantiosos gastos, pero imposibles para la gente sencilla.

En este sentido comparto totalmente el punto de vista de José Mª Vigil que hoy publica Religión Digital y que os invito a leer: https://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2018/10/14/tiene-sentido-para-nosotros-la-canonizacion-de-romero-religion-iglesia-martin-vigil-casaldaliga-pueblo-santo-romero-america-pablovi.shtml.

Y me gusta lo que decía hace ya años nuestro queridísimo obispo Pedro Casaldáliga y que cita José Mª Vigil en su artículo: 

Se lo decía yo a Jon Sobrino cuando visité el sepulcro del arzobispo mártir. Le decía: "Mira, Jon, que a nadie se le ocurra canonizar a Romero, porque sería como pensar que la primera canonización no sirvió"...». (Pedro CASALDÁLIGA, El vuelo del Quetzal. Espiritualidad en Centroamérica, Managua 1988, p. 10; disponible en: http://independent.academia.edu/PedroCASALDALIGA


Pero sí hay que valorar que al fin Óscar Romero, que tanto sufrió los ataques de obispos y papas, sea finalmente reconocido oficialmente como santo  para la Iglesia Universal, aunque haya sido muchos años más tarde de lo que  el pueblo de El Salvador y casi toda Latinoamérica ya lo había hecho, teniéndolo por su santo de América.

Es verdad que sin el apoyo decidido de Francisco esto no hubiera sido posible. Se le ha hecho justicia.

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