A Pedro Casaldáliga muchos lo hemos ido siguiendo desde hace años, como un gran referente de lo que debe ser la vida de un cristiano, seguidor de Jesús, de un pastor, comprometido con su pueblo en el Matto Grosso brasileño.
Él, con otro compañero, había llegado como misionero a la selva amazónica brasileña. Pablo VI lo nombró obispo de Sao Félix de Araguaia. Pronto su fidelidad al evangelio le haría empezar a "complicarse la vida".
En 1971 escribiría su primera carta pastoral "Una Iglesia de la Amazonía en conflicto con el latifundio y la marginación social".
En 1973 conozco esta pastoral, pues la publica la revista Misión Abierta, que dirigía Teófilo Cabestrero. La conservo aún, toda subrayada por mí, pues me impactó de tal manera, que desde entonces he seguido las publicaciones, artículos, vídeos y poesías de este gran profeta de nuestro tiempo.
"Si la primera misión del obispo es la de ser profeta y profeta es aquel que dice la verdad delante de todo un pueblo: y ser obispo es ser la voz de aquellos que no tienen voz, yo no podría, honestamente, permanecer con la boca cerrada al recibir la plenitud del servicio sacerdotal", diría a los comienzos de ser obispo.
La carta contiene 122 páginas, 45 son del texto de Pedro Casaldáliga, pero todo el resto son documentos en los que los mismos explotados, las víctimas del latifundio, denuncian. Denuncian con hechos concretos las expoliaciones, esclavitud, estafas, chantajes, invasiones, malos tratos, destrucción de viviendas y asesinatos.
Pedro sería muy perseguido por las autoridades, siendo detenido y confinado, siendo varias veces amenazado de muerte. Varios de sus colaboradores fueron asesinados. Había señalado todos estos abusos que provocaban los latifundistas con la aprobación de las autoridades y eso era, según ellos ser subversivo.
Pedro diría: que "ningún cristiano con vergüenza caiga en el cinismo de calificar este documento como subversivo. Nosotros ponemos la mirada en el Evangelio. Y también en el Vaticano II y en Medellín y en el último Sínodo".
Pedro vivió con gran coherencia entre lo que decía y en lo que creía y lo que hacía. El se preparaba la comida, fregaba, lavaba y tendía la ropa, nunca cerró la puerta de su casa y tenía siempre una cama libre por si alguien la necesitaba. Decía que si lo querían matar lo podían hacer en cualquier momento. No tenía miedo. Cuando tenía que asistir a las reuniones de obispos, tardaba dos días en viajar, pues lo hacía como la gente que estaba con él, en autobús. Todos le decían que viajara en avión. El se negaba.
Vivía muy austeramente, como su gente. Por eso Pedro era y es un icono en todo Brasil.
Ha fallecido un gran creyente, un seguidor fiel de Jesús de Nazaret y de su mensaje evangélico, un gran pastor del que muchos otros pastores deberían tomar ejemplo.
Era lema de su vida lo que dice en este poema:
No tener nada,
no llevar nada,
no poder nada,
no pedir nada.
Y, de pasada,
no matar nada,
no callar nada.
Solamente el Evangelio, como una faca afilada.
Y el llanto y la risa en la mirada.
Y la mano extendida y apretada.
Y la vida, a caballo dada.
Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada
para testigos de la Revolución ya estallada.
¡Y mais nada!
Y ha muerto como quería.
Así lo decía en este otro de sus poemas
-Profecía extrema, ratificada-
Yo moriré de pie como los árboles,
(Me matarán de pie)
El sol, como un testigo mayor, pondrá su lacre
sobre mi cuerpo doblemente ungido,
y los ríos y el mar
se harán camino de todos mis deseos,
mientras la selva amada sacudirá sus cúpulas de júbilo.
Yo diré a mis palabras: no mentía gritándoos.
Dios dirá a mis amigos: "Certifico
que vivió con vosotros esperando este día.
De golpe, con la muerte,
se hará verdad mi vida.
¡Por fin habré amado!
Que el ejemplo de su vida nos anime a todos a ser tan coherentes como él, tan fieles al evangelio como él, tan comprometido con los más pobres como él, tan valiente y profético como él.
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