domingo, 20 de agosto de 2017

70 ANIVERSARIO DE LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ (1947-2017). REPORTAJE RADIOFÓNICO DE LA CADENA SER EN EL CASTILLO DE SANTA CATALINA (III). Juan Cejudo




REPORTAJE DE LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ EN LA CADENA SER DESDE EL CASTILLO DE SANTA CATALINA.

SERÁ DIFUNDIDO EL PRÓXIMO MARTES 22 DE AGOSTO  DE 12,30 A 14,00 HORAS.

Intervinieron en la mesa redonda: Fernando Santiago, autor del vídeo "1947. El cielo se puso rojo" (1.997), José Antonio Hidalgo, periodista, autor del interesante libro "Cádiz 1947. La Explosión" (1.997) y José Antonio Aparicio, autor de varios libros sobre la Explosión, investigador, y sin duda la persona que en los últimos tiempos más ha investigado sobre la Explosión de Cádiz y las víctimas.



 Su libro "El amanecer de un Cádiz desolado" (2.016) contiene las últimas investigaciones del autor sobre esta tragedia que debió ser evitada si no se hubieran almacenado las bombas en el centro de la ciudad de Cádiz, como recomendó en 1943 el auditor de la armada, el teniente coronel Manuel Bescós y al que no le hicieron caso .

Fue muy interesante la Mesa Redonda de estos tres entendidos sobre la Explosión. El Moderador, el periodista de la SER Julio Camacho les iba preguntando a cada uno sobre sus investigaciones en relación con la Explosión y cada uno de ellos fue contando su interesante experiencia.

José Antonio Aparicio, al final, insistió en que él había sido el último en llegar y que había empezado a raíz de las aportaciones de ellos dos. El fue siguiendo sobre todo el testimonio de las víctimas con las  que ellos habían contactado y fue encontrando nuevas víctimas y nuevos elementos- sin duda importantísimos- en la investigación, como ha quedado reflejado en su libro. Libro que he leído entero con interés, igual que años antes ví con emoción el vídeo de Fernando, que conservo y leí con interés el magnífico libro de José Antonio Hidalgo que también tengo.

Al terminar esta interesante mesa redonda entre expertos, el periodista despidió a Fernando y a José Antonio Hidalgo. Se quedó José Antonio Aparicio quien fue el encargado de presentar a los que a continuación íbamos a intervenir: las víctimas de aquella tragedia.

Intervinieron primero Mercedes Deudero y Pascual Pery Paredes, hijo de Pery Junquera. Los dos aportaron sus interesantes testimonios y vivencias, que el grupo que estábamos sentados escuchando, seguimos con gran interés.

Por último intervinimos Antonio Gozález Zamorano, hijo de la cocinera de la Casa Cuna que falleció y yo mismo. De Antonio me impresionó sobremanera que, al morir su madre y estar su padre detenido  durante 30 años en el penal de Burgos por pertenecer al partido comunista, se tuvo que criar sin padres, de colegio en colegio y lo pasó muy mal, hasta que pudo ir rehaciendo su vida como ajustador mecánico (la misma profesión que mi padre).



Yo conté mi experiencia de aquella noche, viendo aquel cielo rojo que jamás se me borrará de mi memoria, la casa a oscuras y llorando agarrado a los pantalones de mi abuelo porque mi madre había bajado a pedirle perejil a la vecina.

Me preguntaron cómo me fui informando de lo que había pasado y le dije que no lo sabía. Lo cierto es que mi hermana y yo nos tuvimos que ir haciendo a la idea de que habíamos perdido a nuestro padre, que no lo veríamos más y que nuestra vida cambió. Tuvimos que ir a vivir a San Roque con un hermano de mi madre, cura y allí pasamos nuestra infancia.
Aunque lo pasamos mal sobre todo al principio, la vida no nos fue  mal. Mi hermana y yo pudimos estudiar y salir adelante en la vida.
Mi padre. Fallecido con 36 años
Mi padre y yo, abril de 1947

Conté cómo había fallecido mi padre. Que no le tocaba aquella noche trabajar, pero, según mi madre, quiso estar con un amigo suyo. José Antonio Aparicio ha investigado que aquella noche hubo problemas con los turnos de guardia. Lo cierto es que aquella fatídica noche mi padre estaba allí, a escasos 20 metros de donde explotaron las bombas,mientras cenaba con su compañero el oficial Gómez Barahona quien murió al instante.
Gómez Barahona, oficial de la Armada, compañero de mi padre

 Mi padre y el repostero quedaron aprisionados debajo de la mesa donde cenaban sin poder mover los brazos. A mi padre le cayó una viga enorme sobre su cabeza y le hizo un boquete en la parte de atrás. Tardó unos diez minutos en morir. Le decía al repostero que intentara librarle al  menos un brazo, pero el repostero no podía y se fue desangrando.

Antes de morir le dijo al repostero que si salía vivo se acercara a su casa a decirle a su mujer que la quería mucho a ella y a sus hijos. Fueron sus últimas palabras. El repostero fue rescatado con vida,estuvo más de tres meses hospitalizado y al salir del hospital fue a cumplir el encargo. Guardo en mi memoria muy vagamente aquella visita de un hombre más bien bajo que alto y fue una visita muy rápida. Supongo el esfuerzo que tendría que hacer aquel hombre para cumplir el encargo de mi padre.

Al final me preguntaron si consideraba justo cómo había sucedido todo y lo dejé muy claro: esas bombas nunca debieron estar allí, en medio de la ciudad. Eran más de 2.000 bombas. Para colmo el Teniente coronel Manuel Bescós, como bien ha investigado Aparicio, que vino  en 1.943 a  auditar los polvorines y almacenamientos de bombas del departamento, hizo un informe donde claramente aconsejaba desalojar aquellas bombas de inmediato por el enorme peligro que tenían y que podría ocasionar una tragedia nacional, como así ocurrió 4 años más tarde.

Pero nadie se ha hecho responsable de aquella enorme irresponsabilidad  que se cobró 150 vidas humanas, más de 5000 heridos graves y muchos más leves y la pérdida de casa, muebles y enseres en toda la ciudad...

Ni la Marina, ni el Estado  ha asumido ninguna responsabilidad ni ha actuado en consecuencia indemnizando a  las víctimas. A las víctimas se les repartió el importe de unas colectas entre personas voluntarias que colaboraron, pero no fueron legalmente indemnizadas, ya que nadie había sumido la responsabilidad de aquella nefasta decisión.

Creo que aunque hayan pasado 70 años sería de justicia que el Estado asuma de una vez por todas aquella nefasta decisión e indemnice a las víctimas. Hay quien dice que ya se ha prescrito por los muchos años transcurridos. Habría que comprobar si eso es así. En todo caso, parece justo se debería compensar de alguna manera a la ciudad de Cádiz y a las víctimas.

Pienso que ceder al menos una parte de las instalaciones del actual Instituto Hidrográfico para que ahí vaya el Museo Permanente de le Explosión de Cádiz sería deseable. Y que el Estado colaborara con el Ayuntamiento en hacer un Monolito funerario digno, amplio, con buen diseño donde hoy está el actual, donde se puedan poner los nombres de todas las víctimas. Algo que tienen otras muchas localidades donde han existido tragedias mucho menores que la que sucedió en Cádiz.

Ha sido un muy buen reportaje de la Cadena SER de Cádiz a la que hay que felicitar por su iniciativa.

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