jueves, 11 de octubre de 2012

CINCUENTA ANIVERSARIO DEL COMIENZO DEL CONCILIO VATICANO II. CÓMO HA INFLUIDO EL CONCILIO EN MI TRAYECTORIA PERSONAL Y COMUNITARIA . Juan Cejudo, miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares



  Fuente: Moceop


Hoy celebramos el 50 aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II. Por eso, para conmemorarlo, publico hoy este escrito que envié a la Revista “Tiempo de Hablar-Tiempo de actuar” y que, junto al testimonio de otros compañeros, salió parcialmente publicado en el numero 130.

Yo me siento, hablando eclesialmente, hijo del Concilio. Es decir, de aquella sed de reformas profundas que el Concilio simbolizó, bajo el pontificado del papa bueno, Juan XXIII.


Mi cambio personal había empezado años antes, por influencia de algunas personas concretas, de algunos movimientos obreros como la JOC, por el cambio profundo que en lo social significó el mayo francés del 68 y por supuesto, influenciado también por los aires renovadores que llegaban desde Roma con los teólogos y obispos que “empujaban” para que el Concilio caminara en lo teológico y pastoral por caminos nuevos, renovadores, que exigían posturas también nuevas y renovadoras en cuantos, desde el Seminario, seguíamos los debates conciliares y después, los documentos, entonces tan nuevos como era la “Constitución dogmática sobre la Iglesia”, la “Constitución pastoral sobre la Iglesia en el Mundo actual” igual que el “Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros” que aún conservo, desde abril de 1966, unos meses después de terminar el concilio, subrayados y vueltos a subrayar…

Tuve la gran fortuna de tener en mi diócesis un obispo como Añoveros, que fue para mí un gran profeta, que trajo a Cádiz los aires frescos del Concilio y sintonizó con quienes ya anhelábamos esos aires de renovación y cambios profundos en la pastoral tradicional de la iglesia de aquel tiempo.


Pronto, después de dos años como coadjutor en una parroquia, planteé al obispo mi pretensión de ser cura obrero. Antes había tenido una experiencia, con otros compañeros teólogos, de un mes trabajando en una fábrica e incluso, estando de coadjutor en la parroquia, echaba algunas horas de trabajo por las mañanas en un taller de motos.

Yo no sabía entonces que el Concilio había dejado abierta la posibilidad de que los curas pudieran trabajar manualmente, a criterio de cada obispo.
Añoveros aceptó mi propuesta. Y, empezamos a funcionar en equipo con otros dos compañeros curas obreros también. Llegamos a ser 21 curas obreros en la diócesis de Cádiz y Ceuta y teníamos nuestras reuniones y contactos periódicos.

No solíamos ir por la parroquia a la que estábamos oficialmente adscritos, salvo para ocasiones muy puntuales de casar a algún compañero, o bautizar a alguno de sus hijos. Vivíamos en un piso y allí fuimos formando una comunidad de base con gente del barrio, compañeros de trabajo y algunos amigos.
No creo que fuera aquel cambio en nuestro planteamiento de vida, como consecuencia de leer los documentos conciliares, pero sí que habíamos vivido el “espíritu conciliar” que significaba cambio, renovación, búsqueda de nuevos caminos pastorales distintos a los tradicionales de tipo parroquial…
Creo que fue para nosotros muy importante en aquellos primeros años el apoyo de nuestro obispo, de talante profético y renovador, como el Concilio apuntaba.

Sí creo que influyó mucho también el haber estado “alimentado” con la lectura de teólogos y obispos de ese mismo talante: Congar, Schillebech, Küng…y después, Casaldáliga, Helder Cámara y otros.
Recuerdo las primeras lecturas que leí de Casaldáliga con su pastoral sobre el Matto Grosso que me enardecía y subrayaba una y otra vez. Ahí sí que veía a un verdadero pastor, viviendo el evangelio con coherencia, pobremente, comprometido con los más pobres… Me ayudaron mucho Revistas de teología conciliar y renovadora: Pastoral Misionera, Concilium y otras…

Ya después de unos diez años de cura obrero célibe, fue cuando descubrí Moceop, el amor con la que hoy es mi mujer y seguí convencido de que podía seguir siendo igual cura estando casado, aunque mi fe y mis vivencias cristianas las expresara sólo en el ámbito de mi comunidad de base con la que siempre hemos estado vinculados.

Y es que el Concilio hablaba mucho del sentido “misionero” del presbítero, de la necesidad de abrirse a otras personas, aún las más alejadas, no preocuparse sólo de los que ya eran creyentes. Hablaba mucho de la comunidad cristiana. Vivir la fe en comunidad…

Por eso pronto conecté también con el movimiento de Comunidades Cristianas Populares y me sentí muy a gusto ahí. Porque era un tipo de comunidad cristiana como la que yo iba buscando: abierta, participativa, creativa en los signos, celebrativa, festiva, donde todos tenían un nombre concreto y existía un ambiente familiar… ¡Tan distinto de aquellas “misas” donde nadie conocía a nadie, donde el cura hablaba y los demás pasivamente escuchaban sin rechistar, donde nadie podía hablar ni participar…!

Posteriormente, creo haber seguido todos estos años, viviendo mi fe cristiana y mi espiritualidad bajo ese mismo espíritu conciliar: intentando conectar con las inquietudes del hombre de hoy, en sintonía con la teología de la liberación y viviendo un ministerio muy desclericalizado, ni clérigo ni laico, como diría Arregui, pero bien acompañado por muchos compañeros y compañeras de colectivos cristianos (CCP- MOCEOP y otros…) , teólogos, revistas y libros que van en esa misma dirección.

Sinceramente, el Concilio fue un impulso, hace años, para tomar la senda de la búsqueda de caminos nuevos en el modo de vivir la fe cristiana y me ayudó a buscar otra forma de ser cura, más cercana a las clases trabajadoras y a las aspiraciones del hombre de hoy.

En estos momentos, tengo la sensación de que los nuevos tiempos que vivimos en tantas facetas de la vida, me ha hecho superar, por así decir, el Concilio y seguir caminando hacia adelante, siempre en búsqueda de esa misma fidelidad al evangelio, a vivir la fe en comunidad y en sintonía con las aspiraciones profundas de los hombres de hoy, sobre todo de aquellos que más sufren la explotación, la injusticia y la falta de libertades en tantos sitios, con una mirada hacia los pueblos empobrecidos del tercer mundo y utilizando también los nuevos recursos y posibilidades que hoy aporta Internet.

El mundo de hoy no es el mismo de los tiempos del Concilio. Pero sí que creo que el espíritu de aquel concilio sigue vivo en muchos de nosotros para seguir adelante, afrontando los nuevos retos a nivel eclesial y social que hoy se presentan: la necesidad de una mayor articulación entre colectivos, para hacer frente a la terrible involución que hoy vive la Iglesia fomentada por los últimos papas, tan distintos de aquel profeta Juan XXIII, y a nivel social y mundial para afrontar los efectos terribles también de una crisis mundial sin precedentes que está haciendo estragos entre los sectores populares y a nivel eclesial se está fomentando los colectivos más integristas y tradicionales y marginando a los más renovadores y “conciliares” como está pasando con las comunidades de base y los teólogos de la liberación que son sancionados por los jerarcas actuales.

Es por eso que hoy podríamos decir que ha desaparecido el espíritu de aquel Concilio que impulsó el papa bueno y se quiere volver a la época anterior a él. Se ha producido un “invierno conciliar”.
Como diría Helder Cámara, serían necesarias hoy, más que nunca, esas “minorías abrahámicas” que, creyendo pese a todo, y manteniendo viva la esperanza y la profecía, puedan seguir impulsando desde la base, como en gran parte está pasando en muchos sitios, ese cambio profundo que hoy más que nunca necesita nuestra sociedad y nuestra iglesia.

Yo siento vivamente ese espíritu cuando nos reunimos en mi comunidad cristiana o con las demás comunidades de mi provincia, de Andalucía o de España. Cuando nos encontramos los compañeros de MOCEOP en nuestros encuentros, o cuando celebramos nuestras semanas de Teología en Andalucía, o cuando se celebran las asambleas de Redes Cristianas con colectivos diversos de tantos sitios de España… Y cuando comparto con tantos compañeros, no creyentes la mayoría, los anhelos por una sociedad y un mundo distintos en el 15M y en tantos sitios….

Ese espíritu de búsqueda de cambios profundos en la Iglesia y en la sociedad, que supuso el Concilio, sigue aleteando en medio de nosotros.

Cádiz, 19 de Enero de 2012

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