Hace unos días decía el cardenal Bertone, secretario de estado del Vaticano, que había una campaña para desestabilizar a la Iglesia y que quieren apartar a los cardenales del papa. También dice que en la Curia no hay lucha de poder entre cardenales ni división entre ellos...
Estas declaraciones no se sostienen por sí mismas. A la Iglesia no es que se le quiera desestabilizar desde fuera. Es que se está desestabilizando ella sola, precisamente por lo que él niega y por otras muchas razones.
Nadie se ha inventado nada. Ahí están las filtraciones a la prensa italiana con esos documentos secretos en que se revelan precisamente esas divisiones y luchas de poder entre cardenales. A principios de año el hoy nuncio de EEUU, cardenal Viganó enviaba unos documentos secretos donde se habla de "corrupción, prevaricación y mala gestión" en la administración vaticana.
Fue detenido el mayordomo del papa por las filtraciones. Aún permanece en la cárcel después de más de 30 días. (¿Debe haber una cárcel en el Vaticano?) Está claro que el mayordomo no es el culpable. Son claras y notorias las luchas de poder entre cardenales para situarse bien ante la elección del próximo papa, ya que el actual está ya muy deteriorado en su salud pues ha cumplido ya los 85 años.
Por eso, nadie está desestabilizando a la Iglesia desde fuera. La están desestabilizando desde dentro.
No digamos cómo ha ayudado a esa perdida de credibilidad en la jerarquía, los casos muy numerosos de pederastia del clero en muchos países del mundo.
Y también otros muchos factores que influyen para que haya esa lejanía cada vez mayor entre la Iglesia y el pueblo, a pesar de las manifestaciones masivas de la JMJ y otros viajes papales.
Y es que la jerarquía sigue sin darse cuenta que los tiempos han cambiado mucho y que no se pueden seguir manteniendo posturas de tipo medieval en temas de liturgia, pastoral, moralidad, etc...
Como muestra de lo que digo, sólo señalar la cerrazón en la cúpula vaticana a admitir la igualdad de derechos en la iglesia entre hombres y mujeres, impidiendo a la mujer el acceso al sacerdocio o manteniendo, contra la opinión de la inmensa mayoría de los fieles y de la opinión pública, la obligatoriedad del celibato para sacerdotes y religiosos.
Por eso, de vez en cuando, salen a la luz asuntos como el del obispo argentino sorprendido recientemente por la prensa en relación sentimental con una mujer. O el reconocimiento del Vaticano como primer estado que lo hace, al nuevo régimen paraguayo, después del golpe de estado contra el legítimo presidente Lugo.
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