Redes Cristianas ha publicado un interesante editorial que merece la pena que se difunda. Como os podéis imaginar, comparto totalmente lo que en él se dice. Esta deuda es injusta e inmoral y el pueblo no debe pagarla.
Os la dejo aquí para que aquellos que no la hayan leído, puedan hacerlo desde aquí.
Un cordial saludo: Juan
-------------ESTA DEUDA ES INJUSTA E INMORAL. EL PUEBLO NO DEBE PAGARLA
Oficialmente se habla de generosidad en la Zona Euro destinando 100.000 millones en ayuda a la maltrecha economía española que necesita salir de la recesión y crear empleo. Pero no es verdad. Si se persiguieran estos nobles fines, el dinero vendría a organizaciones ciudadanas y organismos estatales destinados expresamente a estos fines, como el Instituto de Crédito Oficial, las pequeñas y medianas empresas, las cooperativas de crédito, etc.
Contrariamente, la generosa ayuda va
directamente a entidades financieras que ya han demostrado sobradamente
su incompetencia y malversación. La finalidad principal de este crédito
la desvela abiertamente Peter Böfinger, consejero de economía
del gobierno alemán: “Las ayudas a la banca (de los países en
dificultades) no tienen que ver con el intento de ayudar a tales países
en sus problemas, sino ayudar a nuestros bancos que tienen gran cantidad
de deuda de aquellos países”.
Una verdad tan agresiva pudiera parecer hasta correcta si “nuestros
bancos” no fueran parte determinante del destrozo de la economía en los
países periféricos. Porque durante los años de la burbuja inmobiliaria,
los bancos alemanes, en tanto que acreedores, fueron, junto a los
especuladores nacionales, impulsores del disparate y beneficiarios del
suculento pelotazo que hizo crecer sus arcas.
Cuando la crisis que
ellos mismos han provocado deja ahora al descubierto sus torpezas y
usuras, es vergonzoso que pretendan ocultar su responsabilidad tras de
una ayuda engañosa (en realidad, rescate en beneficio propio) que
acrecienta exponencialmente nuestra deuda y en nada asegura la
reactivación económica.
Tampoco sus políticos, verdaderos capataces de
sus engañosos mercados, tienen derecho a frivolizar este asunto,
culpabilizando al pueblo de sus disparates y haciéndole cargar con tan
graves consecuencias. Pues ello es una grave injusticia y una
escandalosa inmoralidad.
Si es cierto que las deudas, fruto de la justa transacción bilateral,
hay que pagarlas, cuando estas son consecuencia de la estafa, la
falsedad y el robo, como en el caso que nos ocupa, y el gobierno se
hace cómplice de esta farsa, la víctima tiene derecho a decir no.
Negarse a pagar hoy esta deuda es para el pueblo una virtud, un
ejercicio de honradez y dignidad.
Bien claro aparece en la ética que da
fundamento a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cuando
se viola abiertamente el sagrado derecho de la dignidad y libertad de
un pueblo, entonces “la insurrección es para el pueblo, y para cada
porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más
indispensable de sus deberes” (cfr. Declaración de los Derechos del
Hombre de 1793).
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