miércoles, 27 de junio de 2007

SOBRE LA GUERRA DECLARADA POR LOS OBISPOS A LA ASIGNATURA "EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA Y LOS DERECHOS HUMANOS". Juan Cejudo


Como creyente, me siento verdaderamente escandalizado por las declaraciones “belicistas” de nuestros obispos en contra de la nueva Asignatura “Educación por la Ciudadanía y los Derechos Humanos”, hasta el punto de que amenazan de enfrentarse a ella “con todos los medios legítimos posibles”.

Parece evidente que estas palabras aluden, aunque expresamente no lo digan, a la objeción de conciencia, que ya algunos obispos del sector más ultraconservador, venían anunciando. Curiosamente, coinciden una vez más, con los planteamientos del principal partido de la oposición que ya ha dicho que, de llegar a gobernar,suprimiría dicha ley.
No puedo entender que los obispos, aún pretendan aferrarse a posiciones más propias del nacional-catolicismo que a las de un Estado Democrático de Derecho, donde las leyes no las imponen los obispos, sino el Gobierno. Un Gobierno que, simplemente, tiene que gobernar para todos los ciudadanos, no sólo para los católicos.


Y que lo que pretende, a la vista de una pérdida cada vez más acusada, de valores democráticos y de respeto a los Derechos Humanos, es intentar educar en esos valores humanos que se están perdiendo como son : la falta de responsabilidad social, de respeto a los que piensan diferente a nosotros, a los que son de culturas, etnias o religiones distintas, la falta de sensibilidad por los problemas de los más marginados de la Sociedad, la falta de respeto en las relaciones sociales, escolares , familiares etc…


Pérdidas de valores que está ocasionando el aumento de problemas como la violencia de género, acoso escolar, laboral, posturas racistas, xenófobas, violencia en general etc…
¿Cómo pueden los obispos oponerse a que se eduque en estos valores democráticos? Es una obligación del Estado hacerlo para todos los ciudadanos. Más, cuando, como ellos saben, es la Unión Europea la que recomienda vivamente a los estados miembros, que se eduque en estos valores, como ya se está haciendo en unos 15 países de la Unión Europea.


Está claro que esto no le hace la competencia a la enseñanza de las diversas religiones, que podrán impartirse incluso en los propios centros escolares según contempla la Ley. La enseñanza de la religión la recibirán los que la deseen. No va contra ella, no interfiere para nada. Se le respeta totalmente.


Da toda la impresión de que nuestros obispos ven en esta nueva asignatura una “competencia” a la clase de Religión, cuando son cosas distintas. La Religión la recibirían los que la deseen y la “Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos” la recibirían todos los ciudadanos, sean o no creyentes.


Parecen que quieren decir que quien sólo puede educar en valores morales es la Iglesia Católica, con los propios criterios morales suyos. Y que por tanto es la Iglesia la única que puede impartir la moral en los centros educativos.
¿No pueden entender la autonomía de un Estado Laico y que el Gobierno debe gobernar para todos sin excepción?


Tampoco aceptan nuestros obispos condicionamientos del Estado para el cese de los profesores de Religión. Aparándose en un Concordato cuasi pre-democrático, pretenden que el Estado pague a los profesores de Religión, pero que ellos puedan expulsarlos “ a su criterio”, sin garantías democráticas, sin rendir cuentas a nadie. Como si estuviéramos todavía en el anterior régimen.


Yo creo que ya va siendo hora de que se le de “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” y que, en esta separación de poderes ( el del Estado y el de la Iglesia), nuestros obispos sepan situarse con dignidad y decoro, adaptándose a los nuevos tiempos y no reclamando siempre, una y otra vez, el dichoso Concordato, que está claro es un marco de referencia caduco y obsoleto para los tiempos que corren, pero que a los obispos les sirve para mantener unas prerrogativas y unos privilegios decimonónicos, hoy impresentables ante nuestra Sociedad.
Por eso, yo, como creyente, quisiera pedir a mis obispos que, ya que debe haber algún tipo de relación jurídica entre el Estado Español y la Iglesia Católica, tengan la dignidad de reclamar un nuevo texto que se adapte al Estado Democrático actual y donde se garanticen plenamente los Derechos Humanos de todos los ciudadanos.


Que no se pueda más cesar a unos profesores de religión por los motivos tan arbitrarios como los que ahora se están expulsando, justamente porque los ampara el actual Concordato predemocrático, que es motivo de todas las discordias y que no sirve para los tiempos actuales en pleno siglo XXI.


Quisiera también pedir a los obispos más sensatos que, por favor, dejen oir su voz. Todo parece que lo llevan un grupo muy reducido de obispos , donde abundan los de signo muy conservador, y todos los demás callan. Nos parece que va siendo hora de decirles a todos que digan también lo que piensan. Porque suponemos tendrán libertad para poder hacerlo. Y sería bueno quedara de manifiesto la diversidad de opinión entre los obispos. No es malo eso.


Y si mis obispos no reclaman el fin del Concordato, entonces, como ciudadano, le pido a mis gobernantes, que denuncien el actual y se firme un nuevo Documento que responda a la actual situación democrática de España.


Por eso, como muchos, también pido con toda urgencia y con fuerza: ¡¡Revisión del Concordato, ya!!


La verdad es que muchos añoramos aquellos primeros siglos del Cristianismo donde aquellas primeras comunidades cristianas se organizaban con autonomía ellas mismas, sin “negociaciones” con el poder romano para buscar prebendas o privilegios, sino que estaban sólo preocupadas por el anuncio del Evangelio de Jesús con sencillez, con austeridad de medios y con la libertad que da la fuerza del Espíritu para ser fieles a lo que Jesús vivió y enseñó.


26 de Junio de 2.007

jueves, 21 de junio de 2007

MOCEOP ANTE LA NUEVA ASIGNATURA "EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA Y LOS DERECHOS HUMANOS"


Fuente : Moceop


Moceop, como colectivo de creyentes, quiere manifestar su opinión sobre la polémica que se ha producido contra esta nueva asignatura y sobre la oposición radical de algunos obispos que incluso animan a los padres a declararse “objetores de conciencia”, de modo que sus hijos no reciban esta enseñanza.


En primer lugar, nos llama mucho la atención su toma de posición tan radical y la del principal partido de la oposición que ha anunciado suprimirla el día que llegue al Gobierno, cuando es evidente la queja generalizada que existe en nuestra Sociedad de la pérdida de valores, como son : la actitud de servicio y de compromiso, el respeto a los demás, el saber convivir entre culturas y etnias diversas, la responsabilidad social... etc

Como consecuencia de todo ello aparece cada vez más el individualismo, el egoísmo, el refugio en la vida privada y el desentendimiento de problemas colectivos, actitudes racistas, xenófobas, violentas y agresivas en la relaciones familiares y sociales, falta de sensibilidad ante las injusticias en el Tercer Mundo etc….


Del mismo modo que aceptamos que la Sociedad forme a nuestros hijos en una serie de materias disciplinares de capital importancia, también se debe aceptar la formación en valores cívicos y en el cumplimiento de los Derechos Humanos que deben regular nuestra convivencia


Vivimos en una Sociedad laica y cada vez más plural en opciones religiosas diversas . Parece muy apropiado que se ofrezca a todos los estudiantes una formación sobre la convivencia cívica basada en los Derechos Humanos. Las diversas confesiones religiosas tienen la posibilidad de impartir en los colegios los conocimientos de su propia religión a quienes lo deseen.


La Unión Europea ha recomendado encarecidamente a los países miembros esta educación cívica en valores y de hecho algunos países ya están desarrollando estos proyectos.
No entendemos cómo algunos obispos pueden oponerse a que se imparta esta asignatura. Los valores “humanos” que se quieren enseñar como la solidaridad con los marginados, el respeto al que es diferente, la corresponsabilidad, etc…¿no son valores que tienen mucho que ver con los valores morales presentes en el Evangelio?


En los tiempos que vivimos cada vez existe una mayor pluralidad de culturas y nacionalidades, con creencias varias y también con la no creencia. A esta diversidad, el Estado debe hacer frente desde el punto de vista que lo está haciendo, con una Educación en valores para la ciudadanía y de los Derechos Humanos, iguales para todos.


Lamentamos profundamente la campaña que algunos obispos vienen promoviendo contra esta Asignatura, que por otra parte han aceptado los religiosos para sus colegios. Nos gustaría supieran situarse con dignidad ante los nuevos tiempos y se alegrasen que desde la misma sociedad se eduque a todos los jóvenes, sin distinciones de credos, como en las demás asignaturas, en el respeto y la estima a la dignidad humana como fundamento de la convivencia ciudadana sin impedir a las distintas religiones que puedan impartir su propia Moral a quienes lo deseen en clases específicas y voluntarias para los alumnos


Madrid 19 de Junio de 2.007


EQUIPO DE PRENSA DE MOCEOP

lunes, 18 de junio de 2007

JON SOBRINO. RADICALMENTE CRISTIANO. Jesús Ruiz Mantilla


Fuente:El País y Redes Cristianas


Como no hay mal que por bien no venga, la última bronca que le montó la curia vaticana a Jon Sobrino, que no fue ninguna tontería, con notificación incluida, ha servido para que este jesuita empecinado en la defensa radical de los más oprimidos sepa lo que son los blogs. Aquellos días de marzo de este mismo año, cuando resurgió de las más abruptas entrañas de la Tierra el Tribunal para la Doctrina de la Fe -léase la Inquisición de nuestros días- para tirarle de las orejas y echarle en cara, una vez más en los últimos 30 años, sus desviaciones sobre la línea oficial, este cura amigo y compañero en El Salvador de Ignacio Ellacuría y monseñor Romero, este pastor que admite sin remilgos su vocación revolucionaria, pudo leer una avalancha inaudita de reacciones a favor y en contra en los foros libérrimos de Internet.


Pese a lo encendido de algunos comentarios, Sobrino, por el contrario, guardó silencio. Se apartó del mundanal ruido quizá un tanto asustado por el ambiente, aunque no por encararse a la autoridad, cosa que ha hecho toda su existencia aun a riesgo de que le mataran.


“El Vaticano me ha pedido varias veces que dé cuenta de mi teología. Creen que contiene errores, que es peligrosa”


“La tensión con algunos jerarcas de la Iglesia ha sido para mi habitual durante los últimos treinta años”


“Que algunos pidan milagros a Dios cuando no tienen seguro social ni dinero ni nada, me parece muy bien”


“El Espíritu Santo no es un ministro de Asuntos Exteriores que designa embajadores. Es fuerza, no poder”


“La diabetes que sufro hace 30 años es ya compañera. Si fuera san Francisco de Asís, diría ‘la hermana diabetes”


De hecho, esta nueva llamada de atención no va a hacerle bajar las orejas, al menos por lo que uno puede deducir después de dos horas de conversación con él sobre lo divino y lo humano. Si no lo consiguieron en los años setenta y ochenta los paramilitares salvadoreños que instauraron un más que grotesco lema, “Haga patria, mate un cura”, ni tampoco los grandes patriarcones centroamericanos, ni los mismísimos politicastros que ahogaban en esos días con una bota militar el futuro de lo que consideraban el patio trasero de su casa con jardín del Norte, es difícil que se asuste de los que han sido recién investidos con nuevas púrpuras.


Si se salvó, aquel funesto y negro 16 de noviembre de 1989, de aquella matanza que después muchos han convertido en martirio, cuando unos salvajes entraron en la Universidad Centroamericana (UCA) y asesinaron sin miramientos a ocho de los suyos -seis compañeros jesuitas y dos empleadas de la casa-, no debió de ser en vano.


Le gusta rememorar uno a uno sus nombres, justo como cuando le dieron la noticia; primero le hablaron de Ignacio Ellacuría, después le enumeraron al resto de la lista: Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno, el salvadoreño Joaquín López-López y, sobre todo, a quienes más le indignó que pagaran aquella caza macabra: la empleada de la UCA Elba Julia Ramos, cocinera, y su hija Celina, de 15 años, testigos de una barbaridad que tuvieron la mala fortuna de encontrarse frente a frente.


Hoy, de paso por Madrid, lo recuerda todavía con la justa emoción, pero con la evidente cicatriz del paso del tiempo en su mirada limpia. Sobrino parece de esas personas sabias que han sabido extraer, sobre las tragedias más injustas de la vida, conclusiones positivas. Por eso se muestra obsesionado por hablar; no de la inquina y el odio que arrebató a los suyos y a quienes él consideraba su familia de la faz de la Tierra, sino de la bondad que quedó. De la semilla que sembraron, del fin positivo de todas las cosas, aunque muchas veces sea necesario hacer verdaderos esfuerzos para llegar a él.


El propio e íntimo sufrimiento ha sido su mayor fuerza. La conciencia de fragilidad que le da cada día estar a expensas de los bajones de una diabetes muy aguda, y el hecho de haberse salvado por casualidad, gracias a encontrarse en Tailandia dando un curso, de su muerte segura, han forjado en él una proverbial valentía. Una desafiante serenidad construida a base de esa autoridad que no pueden retar moralmente quienes se sientan en los sillones confortables de los despachos; esa altura que da estar en primera línea del frente, expuesto a los más feroces ataques, a morir incluso por un gramo extra de justicia.


Dice que pobres son quienes no tienen asegurado comer tres veces al día; que él, al fin y al cabo, es un privilegiado por disponer garantizada hasta la insulina. Pero pobres son también para él, mente privilegiada con cuatro carreras -teología e ingeniería entre ellas- que a los 18 años abandonó su Bilbao natal y a su familia para dejarse la piel en ese lejano El Salvador que le ha dado nacionalidad y sentido a su vida, quienes son pisoteados, humillados, arrastrados, heridos, injuriados… Todos aquellos sujetos siempre anónimos que merecen reparo; esos desheredados para los que en su día Leonardo Boff, el propio Ignacio Ellacuría, él mismo y tantos otros comenzaron a predicar la Teología de la Liberación, esa doctrina revolucionaria que asusta tanto a los próceres en los pasillos del Vaticano y que Juan Pablo II y ahora el papa Ratzinger se han empeñado, con una fijación obtusa, en enterrar. Pero Sobrino y los suyos parece que no van a dejar que se saque de ese hoyo ni una sola palada.


Con la Iglesia sigue usted topando. ¿Cuándo fue la primera vez?


Toparse en castellano significa algún tipo de encuentro inesperado o encontronazo. Y la Iglesia es una realidad de muchísimos seres humanos. Con 68 años, en la Iglesia me he topado ante todo con Jesús de Nazaret y después con otras cosas. Una, la primera, cuando yo tenía veintitantos años, con Juan XXIII, que hablaba de un Jesús que bien puede hacer presente la Iglesia o que lo puede ocultar. Los jesuitas estamos en la Iglesia, y en ese sentido me he topado con el padre Arrupe, y en El Salvador me topé con algo que creo que en conjunto es lo mejor: campesinos, oprimidos, pobres, gente sencilla, con gran amor a los demás y con mucha fe en Dios. Al español de hoy, esto le puede sonar a religiosidad fácil o superstición. Pero no tiene por qué ser así. Gente que estaba decidida a arriesgar todo no por una causa, ni por pertenecer a tal o cual partido, sino por amor a los demás. Así surgieron entonces en El Salvador lo que yo llamo mártires.


¿Por qué mártires?


Son aquellos que en vida y en muerte se parecen a Cristo. En vida porque han tratado de defender al pobre, denunciar al opresor, y en muerte porque acaban crucificados en esa cruz que es terrible y expresión de un gran amor. El símbolo de ese tipo de mártir, con el que yo me topé -y cuando lo escribas pon que cuando pronuncio topar cambio el tono de voz, para aclarar, ¿verdad?-, para mí fue monseñor Romero. Pero es evidente que yo he tenido con otros sectores relaciones más tensas, y estos días se ha hecho público que a varios de nosotros, entre ellos también el padre Ellacuría, las congregaciones nos han cuestionado. A mí, varias veces me han pedido dar cuenta de mis escritos porque creen que mi teología no es adecuada, que contiene errores, que es peligrosa.


Estos días se ha hecho público en varios medios de comunicación, tanto lo que ha dicho el Vaticano como lo que han expresado otros teólogos, muy respetables, que no comparten las amonestaciones. Y, por cierto, aprovecho para hacer una aclaración: la carta estrictamente confidencial que escribí al padre Kolvenbach apareció en la prensa sin mi conocimiento ni autorización. Volviendo al asunto. La tensión con esa porción de Iglesia, con algunos jerarcas, ha sido para mí habitual durante 30 años. Ellos también son Iglesia. Pero para mí, ante todo, lo son quienes nos hacen presente a Jesús. Yo me topé con esas gentes. Me enseñaron a vivir con esperanza, con menos egoísmo, con alegría.


¿También le ha marcado una cierta conciencia de superviviente, después de haberse salvado de una matanza o ver como caían otros, como monseñor Romero?


Aquello fue un shock. Estaba en Tailandia precisamente dando un curso de cristología, hablando de pueblos enteros crucificados.


Ochenta mil en El Salvador…


Así es. Pero le cuento cómo recibí aquella noticia. En Tailandia eran las doce de la noche y un amigo me llamó de Londres. Tuve la sensación, por la hora, de que algo serio había pasado, y pensé: Ellacuría. Mi amigo me preguntó: “¿Tienes papel y lápiz? Han matado a Ellacuría, y a Nacho, y a Santiago Montes, y al padre López-López, y a Juan Ramón Norea, y a Amando…”, y así siguió. Y ahora ya no siento ni el dolor, ni el shock, ni la indignación de entonces, pero en el fondo me pasa lo mismo, como si me fueran quitando uno a uno jirones de piel. Pero mi máxima indignación fue cuando me dijeron lo de la cocinera y una hijita suya, y si lo cuento no es para que suene lírico, es porque lo siento.


Porque que mataran a Ellacuría era una barbaridad, pero ¿cómo no le iban a matar? Predicaba contra los sumos sacerdotes, los fariseos, el opresor…, no era sorpresa. Ahora, que mataran a una cocinera que pasaba escondida la noche en nuestra casa porque la guerra había llegado a la ciudad y no era seguro salir, eso superaba las reglas del mal. Quedé en silencio y paseé por una playa que estaba cerca con un compañero que venía conmigo. En un momento me dijo: “¿Has pensado por qué no te han matado a ti?”. Y me salió una respuesta tomada casi de antiguas vidas de santos: “Pues se ve que no soy digno”. No sabía qué decir. Al día siguiente hicieron allí una misa, con un altar de flores precioso, y yo comenté: “Tengo una mala noticia que daros: han matado a toda mi familia. Pero tengo una buena noticia también: he vivido con gente buena”. Así pienso hoy día.


¿Cómo estas personas tan próximas al martirio, que se han jugado el pellejo, no se las reconoce como a auténticos Cristos en su Iglesia?


Yo tampoco lo entiendo. Me preocupa y a veces me indigna. Mi esperanza es que pronto, oficialmente o con algún signo eclesial que todo el mundo entienda, canonicen a monseñor Romero y a todos los mártires latinoamericanos y del Tercer Mundo. Ya he dicho que me entristece que no ocurra. Pero también he dicho que no me gusta ser profeta de calamidades. A veces pienso que los medios encubren muy interesadamente la maldad y las aberraciones, pero que encubren todavía más la bondad. El amor de aquellas personas está vivo en muchos. En sus aniversarios se juntan multitudes. ¿Qué hacen allí? Recordar que han visto y oído cosas buenas, y cuando digo buenas me refiero a enseñanzas que les han dado dignidad. Recuerdan, con lágrimas, a hijos muertos, inocentes a los que han denigrado; que los han llamado comunistas, algo que allí es equivalente a calificar a alguien de terrorista aquí.


Eran los tiempos de “Hagan patria, maten un cura”…


Exactamente. Y en esas procesiones, las madres les dicen a sus hijos que su padre no fue un criminal, sino un buen hombre, generoso, que se organizó en movimientos políticos y lo mataron. Luego, claro, allí, Dios suena a algo real. Pero ¿cómo es Dios para ellos? Esa fuerza, ese misterio que ni vemos ni tocamos, de alguna manera nos conoce, nos quiere, nos da dignidad. Que luego le pidan milagros, a mí me parece muy bien, porque si no tienen seguro social, ni dinero, ni nada, si Estados Unidos ni la Unión Europea les arreglan la vida, ¿qué van a hacer? Es cierto que ese misterio también puede ser alienación. Psicólogos, psiquiatras, economistas habrá que lo analicen, a mí no me acaban de convencer del todo. Los que nada tienen, de Dios sacan fuerza para vivir, y en esto no veo alienación.


No le convencen porque ustedes han visto en Dios una materia revolucionaria, más que de resignación.


Entiendo, entiendo. Estoy de acuerdo. Si no hay más que ver. Jesús de Nazaret, ¿qué dijo? Ay de ustedes los ricos, que han comido y han gozado, sufrirán. Los que pasan hambre, los que lloran, comerán y reirán. Esas palabras hay que hacerlas históricamente eficaces, hay que buscarles modos concretos. Pensar en Jesús, en Dios, así, entonces era y es revolucionario.


¿Entonces? ¿Cuándo es entonces?


Los años setenta, ochenta. Todavía ahora queda algo. Revolucionario quiere decir eso: darle vuelta a las cosas. La revolución no se da sólo en el ámbito político, sino en el humano; pensar distinto, tener esperanza, que no vivamos en un mundo sumamente injusto como el actual, con las democracias más importantes a la cabeza. Una revolución en la esperanza, en la caridad…, una famosa palabrita que ya no creo que se use…


Pues porque a la caridad, el sentido que le ha otorgado la Iglesia es el de esa propina para los pobres. ¿Ustedes le han dado valor revolucionario?


De nuevo hay que distinguir cosas al hablar de la palabra Iglesia. Cierto es que hay una tradición y una doctrina de la Iglesia en que la caridad se entendió más como acaba de decir. Pero con Juan XXIII, incluso con Juan Pablo II, tiene más que ver con el amor, con el sentido de la justicia. Con proclamar una verdad que defiende al pobre frente a quien le oprime. Pero yo también creo en el equivalente a cariño, ternura, delicadeza. Un ámbito del amor distinto al de justicia que humanizan personal y socialmente. Lo que no se puede admitir es el sentido que le daban algunas novelas del siglo pasado, en las que salían marquesas que hablaban de “mis pobres”, ¿verdad? Y ojalá tampoco lo digan hoy, entre otros lenguajes, Iglesias, Estados, ONG.

Aun así, como concepto, sigue en crisis.


La justicia está en crisis en la Iglesia. No creo que se vuelque hacia ella con todo el peso social que tiene. Y no digamos en la sociedad. Al viajar a Europa o a Estados Unidos no veo que los pueblos y sus Gobiernos vivan y se desvivan para que 2.000 o 3.000 millones de seres humanos puedan simplemente vivir…


Puede que la gente que tiene las necesidades cubiertas crea que ya ha pasado la revolución, que no la necesita.


Sí, y se ríen un poquito de todo esto. Pero es que la esencia que mueve el amor y los cambios está en no empezar por uno mismo. Hemos ido aprendiendo cosas. Es normal que uno se fije en sus hijos; pero mientras no se salga de ese yo familiar, no hacemos nada y somos ignorantes.


En cuanto a señalar a los pobres, a veces es la jerarquía la que nos hace caer en la cuenta de que existen condenando determinadas prácticas, como ha ocurrido en Madrid en la parroquia de San Carlos Borromeo que quieren cerrar.


Evidente. Me da tristeza que no haya creatividad cristiana para que la Iglesia institucional no resuelva estos problemas y no dialogue. Que los medios lo saquen a relucir puede ayudar. Pero debemos ir a lo profundo. Hay mucha gente…, religiosos silenciados que hacen una gran labor, pero no se sabe, no se difunde porque hoy existe un cierto miedo al bien. La bondad se silencia. ¿Por qué? Porque nos viene a decir que es posible, que es asequible a todo el mundo, y que no se ejercita porque nos exige algo. No sólo la heroica, la del día a día.


Quienes primero tienen miedo de hacer explícita esa bondad parecen estar en la Iglesia, porque no es normal que a ustedes o a quienes andan por el Congo o comprometidos aquí con marginados se les azuce. Mucha gente se pregunta por qué no se han salido ustedes. Qué les hace seguir dentro de una organización que les maltrata.


Yo le contaré mi caso. No me he salido porque nunca se me ha ocurrido. He visto un “invierno eclesial”, que decía Karl Raher. Un retroceso en la entrega sincera a los pobres de este mundo. Pero sigo en la Iglesia. Porque veo un sentido en esta tradición de Jesús que, al pasar por la Iglesia, por un lado se ha deteriorado muchísimo. Eso, sin duda. En ella me entrego a Jesús de Nazaret, con problemas fuera e inmensas incoherencias de la Iglesia con ese Jesús, y con problemas dentro, mis limitaciones, épocas de gran oscuridad; pero me encuentro en mi casa, con innumerables compañeros con los que caminar. En esa casa siento una gran luz y ánimo en medio de las decepciones.


También vengo de una tradición democrática, cuyos Estados han asesinado a millones de seres humanos inocentes, violentamente, con bombas atómicas y convencionales, con torturas y guerras injustas, con políticas comerciales que pueden aumentar la muerte por hambre. Y, sin embargo, hay seres humanos que honradamente pueden seguir esperando el advenimiento de la libertad, la igualdad, la fraternidad. Cuando preguntas a alguien por qué no se sale de su visión democrática, puede responder: porque están representados todos los partidos y yo me apunto al que más me convence. En la Iglesia, lo mismo. Hay varias tendencias.


Pero el Espíritu Santo siempre tiende a elegir a los mismos.


Bueno, el Espíritu Santo, así nombrado, con perdón, es poco riguroso. No es el ministro de Asuntos Exteriores que designa embajadores. Es ese misterio que llamamos Dios, y que tiene fuerza; no poder, fuerza. A Dios lo empequeñecemos seriamente cuando empezamos a hablar de él en términos de poder. ¿Para qué le sirve la fuerza? Ah, para que los seres humanos hagamos el bien. El Espíritu no es eso que está sobrevolando en un cónclave…Son metáforas, padre, metáforas.


Sí, pero metáforas que desvían. Espíritu significa viento, fuerza. Yo, ¿dónde lo he encontrado? En Juan XXIII, en Arrupe, en un compañero jesuita, Javier Ibisate, que acaba de fallecer; lo veía en Gorbachov, se ve en los campos de refugiados de Bukavu… Cuando he estado con gente que ha dicho: aquí nos quedamos. Ya está.


Aun así, y aunque crea usted que la Iglesia no es poder, que resulta evidente que lo es, siempre se fija en los mismos.


La Iglesia debe ser ante todo fuerza, pero, en la realidad, también es poder. Lo sé muy bien. El espíritu a veces no está en la Iglesia cuando no se hace el bien, sino el mal. Pero está cuando somos fieles a Jesús. Dice él en el Evangelio de Lucas: “El espíritu está sobre mí, me ha configurado. ¿Para qué? Para dar vista a los ciegos, para hacer caminar a los cojos, para anunciar una buena noticia y para liberar a los pobres. Él comprende así al Espíritu. Entonces, ¿dónde lo veo yo? ¿Donde está el poder? No. Ahí es donde aprecio lo que constituye a los seres humanos, que lleva también al egoísmo, al sometimiento, a la falta de entendimiento. Esta sociedad necesita espíritu, y no sólo espíritu crítico, sino otras cosas; espíritu que nos dé fuerza para la reconciliación.


¿Dónde?


Aquí, en África, en Naciones Unidas…


Ya, porque eso le iba a preguntar. Pese a lo lejos que le queda España, ¿cómo ve el conflicto en el País Vasco, que es su tierra natal? Ya notará cómo andan por aquí los cuchillos. ¿Tendrá su opinión?


No soy muy amigo de tener sólo opiniones. Leo ahora los blogs, que están llenos de eso, de opiniones. Y se pueden decir cosas verdaderamente disparatadas. Ante asuntos serios no me gusta expresar sólo opiniones. Yo, ¿qué observo? Se ha llegado aquí a un buen vivir que es en la práctica un absoluto, un ídolo, y eso dificulta muchas cosas. Esto lo tengo meditado, no es sólo una opinión para un blog…


Le tienen obsesionado los ‘blogs’. No los lea, hombre. No conducen a la felicidad.


Bueno, pero son una realidad, como los partidos de fútbol. Hay partidos en los que 44 piernas corriendo equivalen casi al presupuesto de un país africano como Chad. Que eso ocurra…


Es pornográfico.


Obsceno, yo lo he escrito. Eso me impacta. Lo de ETA, por otra parte, es serio, evidentemente. Yo soy de allí, pero no tengo fórmulas. Mi esperanza es, a medio plazo, humanizar aquello…, gentes, ideas, esperanzas. No sé cuánto llevará.


Al menos una generación. Pero veo que a usted no le preocupa el hecho de que tenga que haber una negociación tarde o temprano, que es evidente, sino cómo curará esa herida después de años de violencia.


Supongo que acabará con algún tipo de negociación. Pero eso lo hacen seres humanos. Se debe hacer con perspectiva política para que salga bien; pero todo eso, además, debe tener en cuenta el factor humano. No me es fácil hablar de esto. Tengo esperanza en que podamos vivir humanamente unos con otros. Y eso significa no tener miedo a no poner el problema en términos de vencedores y vencidos. Algo de eso he aprendido en El Salvador. La esperanza de reconciliación es posible, los seres humanos pueden perdonar.


¿Qué le ha molestado a la Iglesia de su idea de Cristo? ¿Por qué llevan 30 años mareándole?


Bueno, se ha hecho público. En el Vaticano dicen que yo presento a un Cristo muy humano, cercano a los pobres, y que eso les parece bien, pero que no expreso con suficiente claridad su divinidad. Hay teólogos capaces y responsables que piensan que mis escritos no incurren en esos peligros.A lo mejor es que esa divinidad es radicalmente humana.


Sí, sí, sí, es que está en la doctrina más tradicional de la Iglesia. La clave está en cómo esa divinidad se ha hecho visible. En la fe cristiana, a diferencia de otras, se da un paso crucial, y no así en otras: que ese misterio se hizo presente. Que Jesús es el sacramento. Fue Jesús de Nazaret el que dice tener una idea de humanidad. Los bienaventurados, los sencillos, los limpios de corazón, quienes luchan y trabajan por la paz y la justicia. Es el de la palabra del Buen Samaritano.


Es el mismo Jesucristo, entonces, quien pone en evidencia esa doctrina. Su mensaje radical es humanismo. ¿Cómo la jerarquía no lo entiende, o ese tribunal…? Por cierto, ¿cómo es ese tribunal?


Pues un tribunal que se reúne en Roma, que analiza los aspectos teológicos y juzga si están o no de acuerdo con la doctrina de la Iglesia.

¿Pero usted ha estado?


No, mi contacto ha sido por escrito.


¿Qué les ha dicho?


Pues lo que se ha hecho público. Que el misterio de Dios se hizo presente en Jesús. Que es la encarnación del hijo eterno del padre que es divino, pero que lo que nosotros vemos es el producto de esa encarnación. Que el misterio de Dios pasa por este mundo en él y que estuvo a merced de los poderes de este mundo; por eso no me gusta llamarlo omnipotente, porque lo insultan, y él no tiene más que dejarse insultar y acabar en la cruz. Lo que podemos saber de él es lo que se ha hecho presente aquí. Hay teólogos que hablan de un Dios crucificado. Jesús es esa realidad humana, transparente, que también se ha visto en otros.


Y esa divinidad que ha apreciado usted en otros estaba en los mártires de El Salvador. ¿Se siente usted una especie de apóstol de ellos al haber sobrevivido?


Jesús se ha hecho presente de una manera especial, pero, indudablemente, ese Dios se ha hecho presente además en muchos otros. En Ellacuría, en monseñor Romero…, en muchos. En cuanto a lo de sentirme apóstol de ellos, pues sí, pero sin dramatizarlo. No tengo conciencia en absoluto de haber llevado la antorcha de Ellacuría, pero sí siento una fuerza que me empuja a seguir por ese camino, con la idea de pertenecer a una tradición, a un grupo.


¿Cómo les recuerda?


Cada uno tenía su forma de ser. Ellacuría era ocho años mayor que yo y era el discípulo predilecto de Zubiri, y éste lo llamaba a él; era un filósofo impresionante que usó su conocimiento para bajar de la cruz a los crucificados. Tenía las limitaciones de todo ser humano, pero esa idea de que en El Salvador se encontró con un cuerpo crucificado…


Que debía liberar…


Así es. Eso era lo positivo. Y, simultáneamente, enfrentarse a todos aquellos que han crucificado a los pueblos


.Era todo un radical, ¿no?


Sí, pero radical con amor radical al pueblo víctima. También fue un filósofo crítico. No aceptaba cualquier enfoque de Dios crédulamente. Se movía como filósofo en un mundo donde Dios no era lo evidente


¿Usted también?
Sí, claro, los filósofos de ahora son agnósticos.


Pero eso les habrá ocasionado enormes y permanentes crisis de fe.


Algunas. De Ellacuría, que no era nada crédulo, he escrito que luchó con Dios, como Jacob. Y pienso que Dios le venció. Aquello no fue para él una cosa sencilla. Uno lee a Nietzsche y ve que es un ateo como Dios manda… Ateo, eh, en serio, no un ateíllo. Pero Ellacuría, por otra parte, vio en otros, como en monseñor Romero, a alguien que tenía presencia de Dios. Y lo dijo. Tres días después de que lo mataran: “Con monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”. Y eso dominó en él más que otras cosas.


O sea, que ustedes vieron en Romero a un santo.


Más. Esa palabra no describe la calidad de mi experiencia.


¿Más que a un santo?


No encuentro términos apropiados. Su palabra, su compasión no sólo nos remitía a Dios, sino que hacía a Dios presente.


Esto, algunos lo podrían ver como una blasfemia


Espero que no. Romero no era un intelectual, como Ellacuría. Incluso fue moderado y cambió a raíz del asesinato de Rutilio Grande. Entonces se convirtió en un decidor de la verdad. Claro, la verdad en El Salvador era denunciar una opresión espantosa. Sus homilías eran terriblemente duras, pero consoladoras. Su última homilía fue durísima contra la Guardia Nacional. Se dirigió a ellos diciendo: “Nadie está obligado a obedecer una orden de matar. En nombre de Dios, y en nombre de este sufrido pueblo, les ruego, les pido, les ordeno cesen la represión”.


Eran ustedes duros. Porque llegaron a justificar la violencia en algunos casos.


Es una verdad mucho más compleja. La violencia había comenzado mucho antes de que ellos hablaran. Provenía del lado de la opresión criminal de la derecha que mataba a la gente, algunos se organizaron para combatirla a diversos niveles, uno de ellos armado. Ellacuría habló de la redención de la violencia, y una de las condiciones para eso es, primero, cargar con ella. Yo sé que es terrible, pero es eso, estar dispuesto.


Aunque antes hay que erradicar también las causas que le dieron origen. Lo que tenía de carga nuestra posición era eso, erradicar la pobreza; acabar con las estructuras económicas, sociales, políticas…, transformarlas. Pero cargar con la violencia quiere decir que te den, así, como suena. Habló de poner fin de manera negociada a la situación salvadoreña. De humanizar la violencia. Pero eso es algo muy creativo.


¿Cómo se hace? Aportando verdad, comprensión, perdón; ofreciendo perdón; aceptando perdón. A Ellacuría, qué curioso, lo mataron cuando él estaba negociando la paz. Era consciente. Me lo dijo: “Ahora que estoy trabajando por la paz es cuando me pueden matar”. Y no cuando defendía la resistencia a la violencia. Pero lo decía con serenidad.


Esa diabetes le hace a usted más fuerte, si cabe.


Nunca he hecho drama de ella. Desde hace más de treinta años soy diabético. Me quita energías. Hay momentos peores, una vez tuve un coma, pero la diabetes ya es compañera; si fuera san Francisco de Asís diría: “La hermana diabetes”. Pero yo vivo porque puedo comprar insulina, que es cara, y tiritas para medir el azúcar. Puedo vivir, mientras que quienes yo defino como pobres, es decir, aquellos que no dan la vida por supuesta, espero que me comprendan.

martes, 12 de junio de 2007

CARTA A JOSÉ MARÍA CASTILLO. Comunidades Cristianas Populares de la Provincia de Cádiz


Algeciras, 11 de junio de 2007

Sr. Dn. José María Castillo

Granada


Querido José María:Las Comunidades Cristianas Populares de la provincia de Cádiz hemos celebrado este fin de semana en Algeciras nuestro encuentro anual , y bajo la experta mano de Esteban Tabares hemos estado reflexionando sobre la democracia en nuestra sociedad.Resultaba prácticamente inevitable que en un momento u otro del encuentro saliera la referencia a tu decisión de desligarte de la Compañía de Jesús, sobre todo cuando el tema central se aplicó a la situación de la Iglesia .


Y aunque varios de los presentes, ya te habían hecho llegar escritos de apoyo a tu persona, pareció oportuno que la asamblea de CCP lo hiciera, si acaso, de una manera más formal. Es justamente esto lo que pretendemos con estas breves líneas.


Nos recordaba Tabares que la Iglesia es más que una democracia: es el pueblo de Dios, hecho de hermanos de Jesús y qué menos que en ella deba darse un valor del que hace gala nuestra sociedad actual como conquista iniciada, aunque no concluída. Pues bien, lamentamos que esta misma Iglesia provoque con harta frecuencia situaciones en las que las personas deben hacer su itinerario por las orillas y las cunetas del camino. Claro, que en tu caso, éstos son lugares no raramente transitados, en los que has encontrado y encontrarás tantas buenas gentes con las que caminar codo con codo. Y ahí creemos que nos estamos encontrando.


En distintos grados, todos los participantes del encuentro nos reconocemos deudores hacia tu persona de las ideas que hoy nos siguen impulsando a estar donde estamos, convencidos de que las C C P son lugar privilegiado para vivir y testimoniar sin menos trabas los valores del Reino, valores que aprendimos a descubrir en la lectura de tus cuadernos de Teología Popular y en tu luminosa y variada producción sobre Jesús y la Iglesia.


Hoy y después de tu toma de posición en relación con la Compañía constatamos que las ideas expuestas por ti durante muchos años son real y vitalmente fruto de una profunda convicción de que la dignidad y la libertad de la persona constituyen valores básicos en la realización de la misma y que por ellos merece la pena exponerse, aun a riesgo de entrar en situaciones de conflicto y de verse orillado en el camino.


En esta situación queremos expresarte sinceramente no solo nuestro respeto por tu decisión sino nuestra admiración y aprecio hacia tu persona y, cómo no, nuestro deseo de vivir en cercanía contigo estos momentos que, intuímos, no te serán especialmente fáciles.
Cuenta, José María, con nuestra amistad y nuestro apoyo para todo lo que fuera necesario y recibe entretanto nuestro cariñoso saludo junto con un gran abrazo


LAS COMUNIDADES CRISTIANAS POPULARES DE LA PROVINCIA DE CADIZ

sábado, 2 de junio de 2007

LEONARDO BOFF REPROCHA A ROUCO EL CIERRE DE LA IGLESIA "ROJA" DE VALLECAS


Fuente: El País y Redes Cristianas


El teólogo brasileño afirma que el cardenal se niega a cumplir con su deber de defender a los pobres.El teólogo brasileño Leonardo Boff ha asegurado que el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, “se niega a cumplir con su deber de defender a los pobres cerrando la parroquia San Carlos Borromeo” del madrileño barrio de Entrevías.


“Una Iglesia que no está con los más desfavorecidos y que no crea condiciones más justas traiciona la idea de Jesús y queda a kilómetros luz del Evangelio”, ha afirmado Boff, uno de los fundadores de la Teología de la Liberación, durante una comida con la Asociación de Periodistas de Información Religiosa.


Para Boff, en la Iglesia hay “pastores que utilizan el bastón no contra el lobo sino contra las ovejas”. Por esa razón, considera necesario “lamentar y denunciar” el cierre de esta parroquia. El teólogo ha animado a los feligreses, a mantenerse unidos y buscar otros espacios “para vivir la fraternidad y el servicio a los pobres”. También ha defendido el valor de “la creatividad” en las celebraciones litúrgicas, al recordar que los cristianos celebran en ellas “la vida y la fe y no sólo un rito”.

Boff ha visitado esta tarde la parroquia de Entrevías, donde inaugurará las jornadas que el templo ha preparado para este fin de semana con el fin de celebrar “el vínculo de unión con los colectivos sociales que apoyan su causa”. Javier Baeza, párroco del templo de Vallecas, ha confirmado que Boff acudirá para “realizar un encuentro público con cuantos quieran acercarse a compartir su experiencia y su apoyo a San Carlos Borromeo”. Según el sacerdote, la teoría de Boff y el espíritu de San Carlos Borromeo tienen en común que el pobre es “el sujeto central de la reflexión teológica y del quehacer diario”.


El decreto publicado en el Boletín Oficial de las Diócesis de la Provincia Eclesiástica de Madrid plantea el cierre de este templo debido a una rectificación de los límites parroquiales “para una más adecuada atención de los feligreses”, que quedan incorporados ahora a las parroquias de San Francisco de Paula y de Santa Eulalia de Mérida. El edificio donde funciona la parroquia será cedido a Cáritas Madrid, según precisó el arzobispado.


Críticas al Papa


Boff también se ha referido al último viaje del Papa Benedicto XVI a Brasil para inaugurar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que se celebró hasta ayer en la ciudad de Aparecida. Los prelados de la región esperaban “una palabra fuerte sobre la situación social”, pero que el Pontífice sólo tuvo “silencios significativos”, no sólo sobre esta cuestión, sino también sobre “la Teología de la Liberación, las comunidades de bases y la opción por los pobres”, ha señalado el religioso.


“Vino con el discurso preparado sobre la moral sexual, el divorcio y el ataque convencional a la modernidad”, ha apuntado el teólogo, quien también ha reprochado al Papa “la falta de autocrítica” sobre la fuga de fieles a las iglesias pentecostales y la falta de vocaciones sacerdotales. En su opinión, el Pontífice tiene una visión “muy elitista” de la Iglesia y no favorece el diálogo con las otras iglesias, con la modernidad y con los pobres”.


Por último, ha lamentado que el Vaticano “siempre haya aceptado la versión de los detractores” de la Teología de la Liberación, pero, a su juicio, ya se ha dado cuenta de que “ha perdido la batalla” y su “último golpe” ha sido contra el jesuita vasco Jon Sobrino.