Mi buen amigo y compañero Pedro Castilla me pide difundir
en mi blog este precioso artículo sobre Enrique Blanco que con
mucho gusto lo hago. Este artículo lo publicó también "Diario
de Cádiz" que se puede leer en el siguiente
Aquí os lo dejo.
Un cordial saludo: Juan
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ENRIQUE BLANCO, EL CERRO DEL MORO, LA EDUCACIÓN Y LA FORMACIÓN. Pedro Castilla Madriñán
Foto: Diario de Cádiz |
¡Hola, amigo!, ¿cómo
estás? Le pregunté. Ya ves, echándole valor a la vida. Creo que me
respondió, a lo que añadí. A ti nunca te faltó el coraje ni la
fe por la lucha. Se ríe y continuo. Gracias a ello conseguiste
tantos logros por el bien de tu barrio y su gente. Asienta,
regalándome una mirada orgullosa. Pero, debes dar gracias a la vida
por esa excelente compañera que la vida te ha regalado, sostén y
guía de tus incansables batallas sociales - me atrevo a decirle- sin
ella nunca hubieses cosechado tantos triunfos para tu Barrio.
Emocionado, lo reconoce
En ese momento, solitario y
bastante emocionado, coloco una mano sobre el monolito dedicado a
Enrique Blanco, con el que estaba hablando en solitario. Al poco,
suelto unas lágrimas de agradecimiento y admiración por Enrique y
por aquellas juntas directivas de la asociación de vecinos del Cerro
del Moro, como Baldomero, Maíllo, Almenara, Cristóbal, Miguel
Ángel, entre otros que, en la década de los ochenta, noventa y
principios de siglo lucharon con generosidad, sensatez y espíritu de
lucha por el bienestar de todos sus vecinos.
También recuerdo a esas
ejemplares mujeres que, en asociaciones de vecinos o de mujeres,
entregaron lo mejor de sus vidas por ayudar, formar o paliar los
sufrimientos de sus vecinas y vecinos, como la propia Carmen
Natividad, Carmen la de Cerro marcha, Lola, presidenta de Educadores,
o Lucía Olano, entre otras y también la fructífera Asociación de
Educadores Nuestro Barrio, con su Escuela-taller “Maestro Fermín
Salvochea”, la cooperativa para mujeres INSOLA y el Centro Juvenil.
Todas estas asociaciones, trabajaban en armonía y muy unidas por el
“Barrio”. Y tenían muy claro que la “caña de pescar” es la
verdadera solución a los problemas y no el parche que supone el
asistencialismo.
Enriquito, le llamábamos
en el colegio de “S. Rafael”, cuando compartimos años de vida en
la primaria. Muy sociable, líder apreciado y maravilloso jugador de
futbol. De familia humilde, pero de padres riquísimos en ofrecer una
gran educación de la que surgió esa gran persona y excelente
gaditano comprometido con su pueblo y con su barrio, como es Enrique
Blanco. Y admirable padre de tres prodigiosos hijos.
Aún recuerdo cuando,
después de muchísimos años sin vernos, acudió a nosotros para que
le “echáramos un cable” en la educación y formación de los
niños y jóvenes del Cerro del Moro. Una de sus principales
preocupaciones, además del empleo, la erradicación de la droga y de
la vivienda-donde tan crucial colaboración ofrecieron Fermín del
Moral, desde la Junta, y Enrique Huget, desde Dragados.
Sin duda alguna, Enrique,
su compañera Carmen y otras personas más del barrio, supieron tomar
la antorcha del responsable y comprometido servicio a sus vecinos,
como, en la década de los setenta, supieron encender aquellos
inolvidables curas que, abnegadamente, se volcaron con el Cerro del
Moro Jesús Maeztu, Goyo y Juan Cejudo sembrando semillas de dignidad
humana, que más tarde darían sus frutos gracias a personas como
Enrique y Carmen y las asociaciones mencionadas.
Enrique Blanco, durante
muchos años perteneció a la HOAC (Hermandades Obreras de Acción
Católica) asumiendo la presidencia provincial por un tiempo y
acompañando al gaditano Pepe Jiménez en sus viajes a Madrid, cuando
fue nombrado presidente nacional.
Con el horizonte del
milenio el barrio fue transformándose; derrumbe de un perímetro de
murallas que lo convertían en un gueto llamado antiguamente “la
ciudad sin ley”, nuevas viviendas, mejoras de las infraestructuras
con nuevas plazas, parques y jardines y hasta una nueva parroquia y
amplios locales para la Asociación de vecinos. El esfuerzo de
Enrique Blanco y resto de componentes de la Junta y anteriores
presidentes, había dado sus frutos. El “Cerro” dejaba de ser un
suburbio para convertirse en un barrio más de Cádiz, donde la droga
apenas existía, se reducía el índice de desempleo y donde reinaba
la alegría, la ilusión y la vida.
El milenio avanzaba y la
asociación de vecinos se mudaba a las nuevas instalaciones, dejando
el espacio completo a “Educadores Nuestro Barrio”. Enrique,
Carmen y resto de la Junta, se esforzaban por dar contenido a los
nuevos locales de la Asociación, siempre pensando en las verdaderas
necesidades de la gente; Gimnasio para los jóvenes y mujeres,
coordinación con otros barrios, ofertas culturales y una gran
biblioteca para los jóvenes del barrio. Este empeño obstinado de
Enrique, consciente de la importancia de la formación, posibilitó
que muchos jóvenes del barrio dispusieran de un cómodo local y
materiales para poder desarrollar sus trabajos. El fracaso escolar
disminuía ostensiblemente. A la Asociación Juvenil y
Escuela-taller, también acudían jóvenes de otros barrios cercanos
y lejanos.
Dejé mi remembranza y
desde la calle o plaza de Enrique Blanco, me dirigí a la acera,
frente a la terraza-balcón de su casa, sentí su espíritu, su
nobleza y su presencia, como también la pude percibir en el paseo
que di por todo el Barrio. La gente me detenía para darme la noticia
de Enrique. Me emocioné nuevamente con el recuerdo de su digna
lucha y de su obra, reconocida por todos los vecinos. No tengo dudas;
Enrique continua vivo. Y es que, como decía Alí Primera: “Los que
luchan por la vida no merecen llamarse muertos”.