96. Las Comunidades Eclesiales de Base que en 1968 eran apenas una experiencia incipiente, han madurado y se han multiplicado, sobre todo en algunos países, de modo que ahora constituyen motivo de alegría y de esperanza para la Iglesia. En comunión con el obispo y como lo pedía Medellín, se han convertido en focos de evangelización y en motores de liberación y desarrollo…
368. Finalmente, ha llegado para América Latina la hora de intensificar los servicios mutuos entre Iglesias particulares y de proyectarse más allá de sus propios fronteras, "ad gentes"… (N” 96 y 367 III Conferencia General del Episcopado Latinoamericanos de la ciudad de Puebla)
En la historia de la Iglesia parte de sus paginas más sublimes, son los dolorosos enfrentamientos, entre el grupo de los “Hebreos” y de los “Helenistas”.
El grupo de los Hebreos era gente conversa del judaísmo, muchos de ellos provenientes del fariseísmo y formaban la porción mayoritaria de la Comunidad de Jerusalén. Este grupo era fiel a las tradiciones y al credo judaico y tenían muy en cuenta las normas emanadas de la Alianza del Sinai y de la tradición del pueblo de Israel. Por eso, entre otras cosas, defendían la circuncisión como un rito necesario para los nuevos cristianos.
Los Helenistas, judíos de la diáspora, tenían una visión más universal de la Fe, eran muy críticos de la ortodoxia Judía; se asemejaban a las comunidades proféticas donde el Espíritu Santo actuaba en medio de ellos, con muchos signos y mostrando con fuerza la voluntad de Dios.
Estaban totalmente comprometidos con la idea de abrir el mensaje a todos los pueblos…por eso, después de la muerte de Esteban (Hch 11, 19-21), la comunidad se transformará como su Señor, en itinerantes predicadores del Reino y a su paso, iban formando comunidades como la de Antioquia, que se levanta como una Comunidad, un paradigmática, construida por el grupo de los Helenistas y se caracterizará por ser una comunidad profética, carismática (acción fuerte del Espíritu Santo en medio de ella), formada por pequeñas comunidades, que celebraban todas juntas y decidían todas juntas…por eso lo griegos, comparándolas con las reuniones de las polis donde todo se decidía en Asamblea, les llamaron como a esa congregación de ciudadanos: Ekklesia.
Por eso, como los helenistas, debemos sufrir el desplazamiento, que nos sitúa en la frontera, con la capacidad de estar en medio de los pueblos…y en la Iglesia a la vez, para ser testigos del mundo…podríamos decir de los pueblos en el corazón de la Iglesia y testigos de la Iglesia en el corazón del pueblo, esto implica un dialogo, un tener la capacidad de compartir, luchas, tristezas y alegrías, fracasos y logros, esperanzas y sueños…; implica un abandonar las seguridades, para salir a la intemperie …
Por eso la Iglesia toda debe estar en la frontera, sin renunciar a lo esencial del mensaje, aquel que nos entregó el Señor y cuya revelación el Espíritu realiza cada día en medio de nuestra historia…A veces seremos sospechosos de ser herejes, de estar contaminados con el mundo…en resumen sospechosos de ser Galileos…
Pero nosotros, como dice el teólogo Juan Masiá tenemos que saber “Vivir en la frontera”.
En la Frontera viviendo en comunidades de creyentes libres e igualitarios sin protagonismos clericales algunos. Frontera entre la fidelidad al Evangelio y no a las normas anquilosadas y caducas que nos impone la Jerarquía. Frontera entre una liturgia participativa, alegre, creativa en signos y de estilo evangélico y no en la seguridad de una liturgia muerta, clerical, anodina y caduca por sus formas decimonónicas que aleja y espanta a la gente de las iglesias.
Frontera por ser fieles al Jesús del Evangelio y al hombre de hoy con capacidad de entender su problemática actual y no la falsas seguridades de seguir a rajatabla los cánones del Derecho Canónico y las normas disciplinarias de nuestra jerarquía eclesiástica, muchas de ellas muy lejos del espíritu del Evangelio.
Sentirnos en la frontera lejos de una moral sexual que asfixia al hombre de hoy y de las prohibiciones oficiales de la Iglesia para que personas casadas (hombres o mujeres) puedan vivir su vocación a unos ministerios más libres siempre que la Comunidad los acepte.
Frontera para pensar que no es verdad que fuera de la Iglesia no hay salvación, sino que la salvación también se da en otras religiones, cristianas o no, e incluso entre los no creyentes. Que “Dios siempre es mayor” y que El Espíritu sopla también fuera de los muros de la Iglesia Católica.
Frontera y más frontera para tantas cosas….Para compartir con otros colectivos, allá donde sea posible, las luchas justas por un Mundo más igualitario sin tener que hacer grupos especiales de tipo eclesiásticos para querer dar respuesta a los problemas del Mundo de hoy.
Frontera para poder discrepar abiertamente de todo aquello que no podemos aceptar de lo que dicen o hacen nuestros obispos…
Por eso nosotros, con Juan Masiá también decimos: tenemos, debemos “vivir en la frontera”.