Estimados amigos: Se cumple un año de la suspensión cautelar del ejercicio del ministerio sacerdotal al ex párroco de Conil Rafael Vez Palomino. Una suspensión cautelar por atreverse a cuestionar determinadas actuaciones del obispo y su equipo por no considerarlas evangélicas. Unas críticas que no han sido sólo de este magnífico sacerdote, sino de otras muchas personas y entidades en toda la diócesis.
Sería muy largo enumerar ahora todos los conflictos habidos en la diócesis desde la llegada del nuevo obispo. Pero ahí están las denuncias de otro ex párroco, Antonio Casado, el pleito con los carmelitas o las 4 cartas dirigidas al Nuncio por el Grupo Cristiano de Reflexión- Acción con más de 400 firmas, por citar sólo algunas de ellas.
Dejo aquí el escrito de Rafael Vez que él mismo publica en su muro de facebook.
Desde aquí una vez más mi solidaridad y apoyo a Rafael Vez y mi esperanza de que la verdad, al final se imponga.
Un cordial saludo: Juan
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UN TRISTE ANIVERSARIO
Hoy
se cumple un año del Decreto Episcopal de la SUSPENSIÓN
CAUTELAR
del ejercicio del ministerio sagrado y demás oficios eclesiásticos
con prohibición de residir en Conil de la Frontera hacia mi persona,
presbítero de la Diócesis. El mismo fue entregado a uno de mis
representantes legales por el D. Oscar González, Vicario General, en
presencia de D. Fernando Campos, Vicario General de Pastoral, y D.
Cristóbal Flor, Canciller Secretario.
Este
Decreto es consecuencia de todo un proceso iniciado, el 19 de
Septiembre de 2019, con el cese de profesor del Seminario y posterior
amonestación, y agravado a partir del pasado 24 de Julio de 2020,
cuando fui nombrado capellán para la prestación de la asistencia
religiosa en el Hospital Universitario de Puerto Real a tiempo
completo.
En
él, faltando a la verdad de los hechos, se hacen afirmaciones, como
ya se denunciaron, que no corresponden a la verdad de lo sucedido,
además de verter descalificativos hacia mi persona. Esos
descalificativos han sido constantes en todos los documentos emanados
desde el Obispado.
A
lo largo de este año, que no ha sido nada fácil, he tenido que
defenderme con las únicas “armas” que tenía, la verdad de los
hechos, y aún estoy a la espera de la respuesta judicial. Es un
proceso lento, muy lento, donde las trabas son constantes. Y no sólo
hablamos de la vía civil sino también de la eclesiástica.
En
la actualidad estoy a la espera de la respuesta al recurso que se
planteó por vía penal. Y también a la querella presentada ante el
Tribunal de la Rota, después de meses de envío de documentación a
las Congregaciones del clero, de obispos y a la Secretaría de Estado
Vaticana, sin respuestas de algunas de ellas.
En
este año he ido descubriendo la realidad de lo que supone la
Suspensión cautelar: el olvido y silencio de muchos de tus
compañeros, ni siquiera una simple llamada o un mensaje; la
imposibilidad de celebrar misa públicamente, o cualquier sacramento,
(incluso cuando asistía como un simple fiel sentado en los bancos de
una iglesia se me pidió que no volviera más); la imposibilidad de
ejercer tu oficio de canónigo y profesor del Seminario, aun cuando
se revocó el cese; la reducción al mínimo de la asignación
económica enviada por la conferencia episcopal; la exigencia por
parte del Obispado de dejar la vivienda que habito; el freno y el
silencio de resoluciones judiciales; la negativa del tribunal a
aceptar todas las pruebas que se presentan para una justa defensa; la
inquina y empecinamiento por hacer daño, a costa de lo que sea, de
quienes se supone un plus de evangelio; la cantidad de mentiras que
surgen como bulos por los corrillos eclesiales; y el bloqueo de
documentos que deberían llegar a sus destinatarios, y han sido
bloqueados o frenados en determinados despachos.
Pero
también he descubierto otras muchas cosas que me han ayudado a
seguir con esperanza en esta lucha por la verdad: los verdaderos
amigos y familia, que están ahí y no te han dejado ni un momento;
aquellos que te han ayudado, incluso económicamente; los que han
tenido un ratito para saber de ti, preguntar cómo vas; los que te
han sentado a su mesa, para hacerte sonreír y disfrutar; los que
abrieron sus casas para que no estuvieras sólo; los que mandaron un
mensaje de ánimo y esperanza; los que han rezado por ti para que no
desfallezcas; los pocos que vinieron a verte, a escondidas y con
cierto temor; la música, los libros y la compañía de la
televisión.
Y,
sobre todo, descubrir que Dios no te abandona, aunque muchos lo hayan
hecho. Que Dios te sostiene en la palma de su mano. Que Dios te
acompaña en tus silencios y en tu sencilla oración. Que Dios se
sigue haciendo presente entre tus pobres manos al celebrar la
eucaristía. Que sigues siendo sacerdote aunque les moleste y no te
dejen ejercer públicamente. Que Dios hará que brille la verdad y
salga a la luz la mentira, la inquina, y el desprecio a su Palabra.
No
guardo rencor a nadie. Y aún a pesar de sentir pena por la Iglesia
que ha perdido el rumbo, que se ha deshumanizado, que ha olvidado el
mensaje que lleva en su seno, sigo albergando la esperanza de que
pronto despertaremos de este letargo y veremos un cielo y una tierra
nuevos. Pues Dios es el que tiene siempre la última palabra, y todo
esto forma parte de su historia de salvación, aunque no logremos
humanamente entenderlo o comprenderlo.
Rafael
Vez Palomino, presbítero,
Canónigo
Maestro de Ceremonias de la S.A.I. Catedral de Cádiz y Profesor de
Liturgia del Seminario