El problema de la falta de sacerdotes y religiosos en la Iglesia es terrorífico. En Europa la edad media de los sacerdotes está en los 68 años y en España en los 65. Igual problema ocurre entre los religiosos y las religiosas que se ven abocados a traer “refuerzos” de países africanos o asiáticos para poder cubrir las vacantes necesarias.
Ya me dirán ustedes qué pasaría si en cualquier colectivo profesional: maestros, policías, personal sanitario, bomberos etc…el promedio de edad estuviera en torno a esas edades de 65-68 años: estarían abocados al fracaso y al fin de la profesión.
Pero en la Iglesia nadie parece hacer autocrítica sobre este problema. Nadie se plantea por qué pasa esto. Nadie pone medios para poder corregir esta desastrosa tendencia.
Las consecuencias en muchísimos países, sobretodo de Latinoamérica, (pero también de Europa) son tremendas. Muchísimas comunidades se ven privadas de la Eucaristía dominical y tienen que sustituirla por actos litúrgicos dirigidos por seglares. En muchas regiones los cristianos sólo pueden participar de la Eucaristía 4 ó 5 veces al año por la falta de sacerdotes. Muchísimas parroquias y casas religiosas han cerrado sus puertas.
Hay datos contrastados sobre esto que podrían ser presentados, como un informe de los dominicos holandeses o el librito del Obispo alemán, pero residente en Sudáfrica, Federico Lobinger, titulado: “Los curas del mañana”, donde apuesta decididamente por la ordenación de curas casados pertenecientes a las mismas comunidades.
La Iglesia tendría que tener el valor y el coraje suficiente para comprender que el modelo de “sacerdote tradicional” tomado de la época del Concilio de Trento, está ya más que superado y que hay que ofrecer modelos muy diferentes de “sacerdotes” mucho más adaptados a la vida de hoy y a la cultura de hoy, como muy bien apunta Lobinger.
Serían curas que tendrían su profesión, su familia, que viven su fe en su Comunidad y es la Comunidad toda la que toma el protagonismo y no el cura. Es la Comunidad toda la que organiza y reparte los distintos servicios que entre todos son necesarios, atendiendo las cualidades de los distintos miembros.
No tiene por qué existir sólo el cura de parroquia, aunque este modelo durante un tiempo aún tenga que seguir existiendo.
Son necesarias nuevas formas de ser cura que debieran coexistir con el modelo tradicional. Los curas obreros son un buen ejemplo de que es posible se cura de otro modo distinto al tradicional. Hoy las estructuras parroquiales se han quedado obsoletas para muchísima gente. ¿Nadie en la Iglesia se pregunta por qué los jóvenes se aburren en las misas de las iglesias y se alejan?
Son necesarios otros marcos de referencia donde poder expresar la fe con la Comunidad.
“Nuestros lugares de encuentro no son los templos, son nuestras casas acogedoras y abiertas para toda la Comunidad, el campo abierto, donde podamos sentirnos todos de un modo más familiar o salones amplios para uso civil que utilizamos para nuestras celebraciones religiosas.”
"Deben por tanto ser comunidades cristianas muy comprometidas con los problemas concretos de su Pueblo, participando de sus luchas, de sus reivindicaciones , apoyando las movilizaciones populares en la calle y todas las causas justas de los sectores más desfavorecidos de la Sociedad."
(“Las Comunidades de los discípulos de Jesús de Nazareth …” de Juan Cejudo (Cádiz) y Gabriel Sánchez (Montevideo-Uruguay):
http://www.redescristianas.net/2009...
El nuevo modelo de cura, tendrá mucho que ver con su preocupación por las causas sociales, medioambientales, su compromiso por los excluidos y los que menos tienen en esta Sociedad, su interés por los problemas del tercer Mundo, su activa militancia en el Mundo de Internet donde tanto bien se puede hacer a tanta gente de tantas formas…
No parece que hoy sea una solución ponernos como ejemplo a S. Juan Mª Bautista Vianney, amante del sacramento de la confesión que ya casi nadie utiliza.
Más bien el ejemplo hoy sería el de un Obispo como Casaldáliga que tanto tiene que aportar a los que quieran ser curas, viviendo una espiritualidad liberadora y un compromiso permanente, hasta la muerte, por los más excluidos de este Mundo. O el de un jesuita como Vicente Ferrer, casado y con hijos, con su compromiso de liberación por los más pobres de entre los pobres de la India.
Cádiz, 1 de Septiembre de 2.009