martes, 22 de mayo de 2007

SOBRE LA SALIDA DE JOSÉ MARÍA CASTILLO DE LOS JESUITAS


Siguen sonando los tambores de “guerra” de un sector muy significativo de la Jerarquía, alentada por el Papa Ratzinger desde Roma.

Si Jon Sobrino, uno de los teólogos más significativos de la Teología de la Liberación, fue “notificado”hace unos meses por el Vaticano, si aquí en España no hace mucho el Arzobispo de Madrid intenta cerrar la Parroquia de los marginados en Entrevías, ahora el bueno de José María Castillo se ve obligado a salir de la Compañía de Jesús por no poder aguantar más las enormes presiones que le vienen de los sectores más conservadores de la Iglesia y muy especialmente por la Cadena COPE, la emisora de los obispos.

No cabe duda que, si José María Castillo a sus 78 años, se ha visto obligado a tener que dejar a los jesuitas donde ha estado toda su vida, será porque algo muy gordo le ha ocurrido. Y es que los vientos del integrismo suenan con fuerza. Este Papa de 80 años no parece que sea la persona que los nuevos tiempos necesitan para dar respuesta a los gravísimos desafíos del Mundo actual y futuro.

Él se ha enrocado en la guerra contra el relativismo, en el ataque frontal a los sectores más abiertos de la Iglesia, mientras llega a acuerdos con los sectores más reaccionarios de Monseñor Lefevre, incluida la vuelta al Latín en las misas y la imposición de una Liturgia encorsetada, rígida que parecía ya superada después del Vaticano II.

Sigue el mismo inmovilismo en temas como la igualdad de derechos de hombres y mujeres en la Iglesia, o la aplicación de una Moral Tradicional muy cerrada a temas como la opcionalidad del celibato, la absoluta integración de los homosexuales o la plena participación de los divorciados vueltos a casar, en las Eucaristías por sólo señalar algunos.

Siguen los ataques y sanciones contra los teólogos más abiertos, mientras no plantean problemas los más integristas. Este Papa sigue apoyándose en grupos como el Opus Dei, Comunión y Liberación, los Kikos y grupos pentecostales mientras ignora y ataca a teólogos y colectivos cristianos de base con una orientación más abierta.

La salida de Castillo de los jesuitas es consecuencia de todo esto. Porque la Iglesia se hace irrespirable para muchos.

Pero admiro y valoro muchísimo el gesto de José María Castillo. Creo que se va a sentir más libre, al no tener encima el peso de la institución. Y por supuesto va a seguir contando con todo el cariño y el apoyo de cuantos le conocemos muy bien desde hace muchos años. Sus libros, sus artículos, sus charlas, sus Eucaristías compartidas… han sido fundamentales en nuestra formación cristiana junto a otros muchos teólogos y también obispos como Casaldáliga, Oscar Romero, Helder Cámara, Podestá etc…
El gesto valiente, profético de Castillo es un soplo de aire fresco en la Iglesia. Ojalá que, como en un nuevo Pentecostés, este tipo de gestos abundaran en muchos sitios. Y que todos buscáramos, por encima de todo, ser fieles al Evangelio de Jesús que es la verdadera “sal” y “levadura” que nuestra Iglesia necesita para ser luz que ilumine a todos los hombres, especialmente a los más pobres


Juan Cejudo Caldelas

Cádiz 22 de Mayo 2007

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